domingo, 10 de febrero de 2019

El señor Toto y su miriñaque


Volver a ser casi un desconocido después de prácticamente 12 años aquí, me permite ver la Fórmula 1 con una perspectiva más cabrona (si cabe) que antes. Ha sido echarme a las espaldas más de 1.000 publicaciones durante 2018 y que en febrero de 2019 la paz me invada.

Los momentos llegan. Puedes pasarte una enternidad buscándolos e intentando encontrarlos pero son ellos los que siempre te salen al paso. Como esos compañeros que llamamos mascotas, nunca adoptas tú, son ellos los que lo hacen, los que te engañan te roban el alma y te alientan a compartir viaje...

¿Notáis que la humildad nos rebosa? Pues sí, nuestro deporte la destila por los cuatro costados y a fe mía que no puede haber tanta en el universo como para que se haya focalizado con tanta intensidad precisamente en el paddock. Ahí dentro todo es humildad y quien no es humilde comete pecado mortal. Tanto es así que la humildad obra milagros y su ausencia justifica derrotas.

Toto Wolff, el filósofo que gobierna Brackley con mano de hierro en guante de seda, alude a que su equipo lleva la modestia en su ADN y que si siguen venciendo a Maranello es porque se muestran mucho más humildes que la italiana. Normal que Williams, Haas, Renault o McLaren, tengan la humildad entre sus prioridades. Produce óptimos resultados y carece de contraindicaciones. Se tuerce el asunto en pista y en vez de elevar al cielo tres o cuatro improperios te sientas en una esquina del garaje, reflexionas un poco, aceptas que las cosas son como son y no como querrías que fueran, te levantas después y anuncias la revelación a la tropa de ingenieros, mecánicos y pilotos: ¡Venga, va. Vamos a ser humildes que todo nos va a ir mucho mejor!

Por suerte Red Bull supone el contrapunto a este fervor virtuoso. Horner trata de convencernos de que la humildad es el camino, pero herr doktor y Max nos dicen que no, que la soberbia y el egoísmo también funcionan...

Bueno, Milton Keynes es la cueva del mal, ya lo sabemos, y en realidad está bien que así sea, porque, de esta manera, la humildad que destila nuestro deporte resulta todavía más luminosa y la cantan los plumillas de los medios, y hasta le dedica versos la avanzadilla de buenistas que intentan imponer en redes sociales la corrección política y las buenas costumbres, muchas veces almibaradas con toneladas de azúcar, miel, sacarina o estevia.

Wolff sabe que puede permitirse ser humilde. El rejonazo que ha metido Mercedes-Benz a nuestro deporte permite eso y más. Impones un criterio en el que llevas trabajando desde 2007 y te dedicas desde 2014 a empolvarte la nariz, a ajustarte el miriñaque y a gestionar la humildad. Así sí se puede, incluso mandando a Bottas y Hamilton hacer una vuelta de honor en Monza a la voz de: «en formación para que lo vean nuestros amigos de Ferrari.»

Feliz domingo. Os leo.

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