sábado, 3 de octubre de 2020

Duelos y quebrantos en Madrid

Os conté hace tiempo que una vez coincidí en Las Arenas con mi profesor de primaria, y que a pesar de los años transcurridos, muchísimos, toneladas de ellos, mi anciano maestro recordaba perfectamente mi apellido...

La memoria y esa sensación de no querer ser el último de la fila a la vuelta del recreo. Don Daniel era burgalés como Félix Rodríguez de la Fuente, creo que del mismo pueblo, Poza de la Sal, y bueno, en mis notas trimestrales señalaba en papel aparte mi pereza a la hora de abandonar la diversión entre clase y clase, algo que no sentaba muy bien a mi madre, quien pidió cita con él para recordarle, de buenas maneras, claro, que en las colas siempre hay primeros y últimos, incluso en las de la pescadería.

Con seis o siete años podía ser culpable de algunas cosas pero fingir que la parte más interesante del recreo consistía en volver cuanto antes al aula no estaba entre ellas. Don Daniel daba importancia a estos matices y, por lo que recuerdo, a mí no me lo parecían, como no me merece mayor atención que los medios de comunicación insistan día sí y día también en que Madrid es culpable de no haber hecho las cosas bien impidiendo que los demás avancemos no se sabe muy bien hacia dónde.

En Gorliz ya hay casos de coronavirus, leves, gracias a Dios, y en Euskadi el asunto está bajo control según nos dicen las autoridades, aunque no conviene bajar la guardia porque las pandemias son así: muy traicioneras. Siempre hay alguien que no hace bien su trabajo pero también es verdad que no compro un diario desde hace la intemerata y me cuido mucho de caer en las redes de comunicadores y tertulianos, tan preocupados ellos por analizar la realidad y ver quién se pone primero en la fila y quién hace de último, con tal de sacar luego infinidad de conclusiones que no arreglan nada y tampoco es que lleven a ninguna parte.

Y aquí quería llegar yo, porque Madrid es mucho más que los datos y estadísticas y lecciones que nadie ha pedido, que llenan los espacios de información. Hay gente de carne y hueso en su interior que trata de vivir su vida como mejor puede, logrando el éxito o fracasando diariamente sin necesidad de que vayamos señalándola como apestada o perezosa. En realidad echo mucho de menos volver a la capital. Extraño la compañía, la conversación y los paseos por el Barrio de las Letras, Sol o Callao, la Gran Vía... Y quiero que esto termine pronto, por nuestra salud, evidentemente, pero también porque acabe de una puñetera vez el rosario interminable de tristezas y cuentos del coco que nos desayunamos cada día.

En la calle Huertas hay un local cuyo nombre no recuerdo, donde sirven unos duelos y quebrantos manchegos de chuparse los dedos. Creo que lo primero que voy a hacer en cuanto vuelva a Madrid será pasarme por allí.

Os leo.

2 comentarios:

Cao Wen Toh dijo...

Pues avisa, que a lo de la calle Huertas invito yo.

JADA dijo...

Pues yo me apunto, que vivo a 25'