Suena muy duro eso de levantarse un domingo por la mañana ejerciendo de comisario en el Gran Premio de Portugal y verse obligado a dejar todo atrás para volar hacia Vyborg porque han asesinado a padre...
No quiero imaginar lo largas que han podido resultar las horas que ha tardado Vitaly en estrechar entre sus brazos a los suyos. Sí imagino la catarata de recuerdos y sentimientos encontrados que lo han acompañado durante el trayecto. No me gusta este espeso silencio ni las sucintas notas de prensa. Entiendo que Petrov ha sido y sigue siendo uno de los nuestros y me gustaría que hubiésemos sabido corresponderle, aunque, a lo peor, la vida no nos da para más que para seguir inercias.
Os leo.
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