miércoles, 21 de noviembre de 2018

París, 1922 [#24LeMans 00]


Las guerras nunca terminan el día que queda señalado en el calendario, ni a las horas de haberse firmado el último armisticio, se prolongan en el tiempo lo que tardan en cerrarse las numerosas heridas que ha abierto el conflicto...

Francia en 1922 es un país de postguerra que todavía lucha por salir adelante a pesar de haber quedado victoriosa en la contienda de 1914 a 1918. En cada rincón se palpa la pobreza derivada del esfuerzo bélico y en las calles de sus ciudades, pueblos y aldeas, tres años después del Tratado de Versalles (1919) abundan los tullidos que recuerdan a quien los ve o se cruza con ellos, que vencer al enemigo siempre sale caro.

A partir del fragmento de la preciosa instantánea de Eugène Atget que he tomado como imagen de encabezamiento, podemos imaginar al pueblo francés resistiendo a la intemperie mientras sueña con un nuevo futuro que todavía tardará en llegar. París, 1922. El cinematógrafo y los espectáculos entretienen a una gente que necesita olvidar su penas. Las competiciones ciclistas, de motos y automóviles, forman parte de este atrezzo en el que apetece perderse unas horas al día, y la prensa es consciente de ello, y los fabricantes también.

El Grand Prix de France se había celebrado exitosamente en julio pasado, en la alsaciana Estrasburgo, y a primeros de octubre se desarrolla en París el 17º Salon de L'Automobile, y bueno, un político provinciano de nombre Georges Durand, conocido en la metrópoli por haber formado parte del Automobile Club de l'Ouest que alumbró en 1906 el primer Gran Premio de automovilismo galo, se acerca a la capital con el mandato de buscar apoyos para celebrar en la zona de Le Mans una carrera diferente que sirviese tanto para revitalizar la región como para devolver a Francia a las primeras páginas de los periódicos de todo el orbe, así como para promocionar una industria que precisaba de escaparate mundial.

La idea era extremadamente sencilla: en vez de una prueba de largo recorrido, formato muy habitual entonces, se ofrecía el circuito de La Sarthe en una versión más larga a la utilizada en el Grand Prix de l'Automobile Club de France 1906, y se ampliaba la duración de la posible cita con la intención de destacar la supuesta enorme resistencia de las máquinas francesas. 6 horas parecían un tiempo bastante razonable: empezar al mediodía y terminar al ocaso...

Pero quien recibía a Durand en París era Charles Faroux, un periodista forjado previamente como ingeniero en la Polytechnique, editor en 1922 de La Vie Automobile, quien entreveía inmediatamente las enormes posibilidades del experimento y proponía, a su vez, que la cosa aumentase a 8 horas, cuatro de día y cuatro de noche, sabedor del interés que había entre los industriales por publicitar sus faros. Sí, los faros.

Faroux era un hombre de su tiempo. El periodismo había crecido en importancia y calado social con la Primera Guerra Mundial, la Gran Contienda, y en 1922 ejercía de bisagra entre los diferentes intereses políticos y económicos. Nuestro segundo portagonista conocía el mundillo y era ampliamente considerado en él y, sin duda, era el tipo adecuado para sacar adelante las ideas de Durand, aunque hacía falta alguien más para materializarlas, y ese individuo se llamaba Emile Coquille.

Coquille era un empresario y representante que no puso ni el más mínimo reparo a la ida de olla que traía bajo el brazo Durand. Íntimo de Faroux, entendió a la primera que no se perdía nada por intentarlo, y más importante: que podía haber muchísima gente que lo apoyase, lo que suponía viabilidad. Da su visto bueno. El de La Vie Automobile mira al emisario del ACO y le pregunta: ¿sería posible ir a 12 horas? Y el político que más tarde recibirá la Legión de Honor por la importancia de su aventura, responde: ¿y por qué no una jornada completa... 24 horas?

Os leo.

> Jazz-Band, 1923 [#24LeMans 01]

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Viendo que esto parece una nueva serie y el aspecto que toman estas entradas, me voy que tengo que comprar un saco de maíz para hacerme palomitas.

Muchas gracias por toda la pasión que regalas

Un saludo
Sr. Polyphenol

evasèe dijo...

Es tan estimulante y delicioso el leer a alguien que conecta de manera tan intima con cómo uno entiende la competición, que simplemente creo que hemos de, darle las gracias, disfrutarle mientras siga dándonos estas pequeńas joyas cada día, y sentirnos reconfortados como supongo se reconfortaban en una balsa los náufragos que lograban salvarse de un hundimienro y se agrupaban en un bote o alrededor de un trozo de madera pensando que esa compańia haria menos dura la travesia hacia un salvamento o tierra firme inciertas...

Gracias sr. Josete.

matador dijo...

¿Seguro que no había ningún español de por medio? Mira que la historia que cuentas para el típico no hay cojones a... de la barra del bar.
Salu2! y gracias por esta serie