Produce bastante vértigo considerar lo que suponen 100 años en términos relativos al ser humano. Amama calza casi 96 pero mi padre falleció a los 88. A mi hermano le fue peor, superaré su edad (si Dios quiere) este próximo 18 de agosto.
En un siglo hemos sufrido una guerra devastadora, diferentes crisis económicas, más de un ¡coño, esta vez nos vamos al carajo sí o sí!, y, tras numerosos episodios bélicos o de otra índole, seguimos siendo tan imbéciles como antaño, así, como especie, por generalizar. El cambio climático, la amenaza de que la electrónica dejaba de funcionar arrimándonos al año 2000; cataclismos, tsunamis, el apocalíptico 2012 de los Mayas, Elon Musk comprando Twitter, ¡yo qué sé...!
Sin duda resulta más provechoso mirarlo todo desde el prisma tecnológico pues ahí sí se ve que avanzamos.
Llegamos a la luna en el 69 y hoy tenemos media puntita del pie en Marte. Los globos dejaron paso a los dirigibles —no dependían de los rumbos del viento sino del manejo de un timón—, y en la actualidad disponemos de vuelos comerciales asequibles.
En tanto al automovilismo de calle o de competición, pues no hay nada como buscar nuestro propio reflejo en el pasado. Arriba, por ejemplo, haciendo de instantánea de entradilla tenemos la imagen del Chenard et Walker vencedor de la primera edición de la «Copa Rudge-Whitworth», hoy las 24 Horas de Le Mans [Toda historia tiene un comienzo... #25TLM23 (03)], y basta echar un ojo a lo que está sucediendo en La Sarthe ahora mismo, cómo de rápidos son los coches que circulan sobre su pista, cuánta seguridad los rodea, qué formas han adoptado con el transcurso de los años y la complejidad de sus plantas motrices, híbridas, eléctricas, convencionales, para entender que 100 años son mucho tiempo aunque no sepamos apreciarlo.
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario