Por suerte, como pago al esfuerzo invertido en afrontar al anciano dragón La Sarthe, con la intención de sonsacarle todo lo que han visto sus ojos en cien años de vida, o lo que recuerda él y jamás se ha contado, suele quedar una grata sensación como de querer saber más, de querer aprender más, de soñar con tener la oportunidad de indagar en esto o en esto otro, u otra, más gratificante si cabe, de haber dado con un fleco que lleva a un hilo del que puedes tirar, ilusionado con que a lo mejor encuentras una madeja, o no, ¿quién sabe?
No están los tiempos para recomendar a nadie que se moleste en saber más, pero sí para recordar que nadie nació sabiendo, y que por mucho que estuviésemos hablando y escribiendo horas y horas sobre Le Mans y su legendaria carrera, siempre nos quedaría algo en el tintero.
Os leo.
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