La hora de Russell

Si escribo sobre Fórmula 1 es porque me gusta aprender, entender y, en cierto modo, en bastante, para ser exacto, acercarme lo máximo posible a una actividad que me ha encandilado desde crío, que no ha llovido ni nada, pero conforme transcurre el paso del tiempo hay cosas que me dejan más y más perplejo, como esa constante en el paddock de pasarse las reglas no escritas por el forro de los pantalones.

El caso es que Lewis Hamilton ha pillado el COVID y causará baja este Gran Premio y sospecho que también en el siguiente, y Brackley, en vez de buscarse las alubias en lo que definió como equipo a comienzos de temporada, ha preferido pillarse a George Russell, quien oficialmente es conductor de Williams.

Me alegro por el de King's Lynn, obviamente. El regalo que acaba de poner en sus manos Toto Wolff es de los que se agradecen toda la vida y hasta hace nada llamábamos «oportunidad», y aceptando como meridianamente certero que al bueno de Valtteri lo han dejado más solo que la una [Bottas a verlas venir], sin querer, o queriendo, me interrogo sobre el por qué no se ha tomado esta decisión antes, por qué se ha dejado a George hacerse mala sangre en una escudería de final de parrilla mientras se renovaba al finlandés. Si el británico está maduro ahora es lógico pensar que también lo estaba hace unos meses. Sin duda habría hecho buena pareja con Lewis este año y el siguiente...

Me parece fea la operación, el cambalache de asientos, lo otro no. Llevo años reclamando que se dé oportunidades a quien realmente las merece. Pienso en Pascal (Wehrlein) y se me pasa el cabreo comprobando que la mecánica interna de la Fórmula 1 sigue funcionando idéntico que hace décadas, pero no puedo dejar de preguntarme cuánto nos habríamos perdido si Hamilton no coge el coronavirus y la perfidia de nuestra competición sigue haciendo de las suyas.

Os leo.