Cuando nos ponemos espesitos con según qué cosas, se dice y no pasa nada. ¿Qué es eso de que si te quejas de esta Fórmula 1 deberías buscarte otro deporte?
Si compras una aspiradora esperas que aspire. Si adquieres una lavadora esperas que lave. Si pillas una bombilla en una ferretería o un supermercado, esperas que alumbre, y así todo. Incluso pasa con los libros, el teatro, las películas o cualquier tipo de espectáculo: te abonas a una expectativa y esperas que se cumpla, y si no satisface tus aspiraciones, la criticas y te quejas porque es un derecho que tenemos los consumidores.
Esta temporada hemos disfrutado de buenas pruebas, la última este pasado fin de semana, pero así y todo existe gente a la que no le convence el tipo de Mundial que nos sirven desde hace años. Y aquí viene donde la matan, ya que los defensores de la llama se emboscan en lo complejo que es todo y en lo empresarial como factor determinante e inaccesible para el vulgo, porque sin esta brecha artificial los que no tendrían sentido serían ellos. En el fondo es sencillo, de la misma manera que un partido de fútbol no consiste en el enfrentamiento a balón parado de dos consejos de administración, ahí, reunidos en cada franja del terreno de juego durante cerca de dos horas, lo que no sucede en pista cada Gran Premio no tiene relevancia, o, mejor dicho, no debería tenerla jamás más allá de aportarnos contexto.
Lo que ocurre en el asfalto es lo determinante para nosotros a la hora de valorar si es mejor o peor el espectáculo que nos proporciona Liberty Media, lo otro es ruido, y si el producto, en líneas generales, deja bastante que desear porque los buenos no están donde deben y los que sí están no demuestran suficiente por qué han llegado allí, es normal que la peña escenifique su descontento, igualito que ante una aspiradora que no aspira, una lavadora que no lava o una bombilla que no se enciende.
La Fórmula 1 es la máxima disciplina del automovilismo deportivo, ¿no? Pues vendría de perlas que lo demostrase desde el minuto uno...
Os leo.
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