jueves, 20 de septiembre de 2018

No va a pasar


Hace mucho tiempo que tengo asumido que seguir Nürbu es practicamente imposible para la mayoría de los mortales, por eso, a los habituales, os lo agradezco tanto aunque a veces estemos en posiciones antagónicas. 

Vamos para 12 años en activo y ésta hace la publicación número 4.438, y puesto que incluso para mí resulta complejo encontrar determinadas cosas en el interior de este gigante que conocemos como El Infierno Verde, salvo a aquellos que vienen a intentar tocar las pelotas o a decir que el radicalismo me puede, a nadie le recomiendo que las encuentre por sí mismo, ni que se tome la molestia. Antes lo hacía, no os creáis, pero antes yo no era como ahora.

En fin, que me distraigo. Tenemos entre nosotros un Anónimo de los buenos, gente amable que gusta sumar en vez de restar, que suele hablarnos de las alas tipo Handford y apuntaba ayer o anteayer, a que además de las gomas, a los circuitos los convierten en truños la cantidad de reservas en favor de la economía que afectan a nuestra competición, y quería dedicar una entrada a este asunto apoyándome en otra que creo que escribí allá como en 2014 o 2015 pero no he sido capaz de encontrar.

En el fondo da lo mismo porque haciendo bueno eso de que la parte que no vemos de la Fórmula 1 suele explicar mejor que nada la que sí vemos, creo que incluso resulta interesante ahora volver a explicar que el problema mayúsculo de nuestro deporte no está en la complejidad de las unidades de potencia sino en su elevadísimo precio para los equipos cliente.

Dicho así puede sonar muy basto, pero en esencia es un tema crematístico que afecta, también, a la seguridad de las operaciones comerciales entre fabricantes y suministrados. Cuantos menos propulsores se necesiten y más vida útil tengan, menor será el riesgo de que los impagos resulten abultados y lesivos para los intereses de las fábricas.

Éstas controlan el Grupo de Estrategia, que como sabemos de sobra, define el futuro del deporte y su sostenibilidad a través de la sanción del Consejo Mundial (FIA). Básicamente en manos de Ferrari y Mercedes-Benz aunque también cuenta Renault, la única manera de asegurar que el cliente responda ante las posibles deudas pasa por aliviarle de excesivas responsabilidades o responsabilidades inasumibles. La caída de Caterham y Marussia y luego Manor, hicieron bastante pupa a quienes les proporcionaban motores (parte más significativa del pastel de su respectiva deuda), y como esto funciona como los putos créditos de los bancos, si no hay confianza en el mercado, lisa y llanamente se restringe el caudal de suministro.

¿Y cómo restringes una cosa como ésta en un universo que se autodenomina la máxima expresión del automovilismo deportivo? Pues vistiéndolo de eficacia. Mantienes las limitaciones en flujo y consumo que a fin y a cuentas no sirvieron de nada para evitar el colapso de los equipos pequeños, y vas reduciendo las unidades a utilizar durante la temporada, de forma que controlas el riesgo en todo momento.

Es sencillo a la vez que perverso, pero resulta tremendamente eficaz. Y la muestra la hemos tenido este mismo año con el caso Force India. Los daños originados en el equipo de Silverstone han sido fácilmente asumidos tanto por acreedores como por los nuevos dueños, simplemente porque el riego estaba controlado desde hacía al menos un par de temporadas.

Esta parte de nuestra Fórmula 1 es fea de cojones, pero es la más útil a la hora de que sigamos disfrutándola cada fin de semana de carrera.

Límite de unidades de potencia, de consumo de combustible, etcétera, igualito que cuando el banco te reduce la línea de crédito en la tarjeta. Seguridad lo llaman. Antes se recauchutaban las gomas para que sirvieran para el siguiente Gran Premio, pero ahora no se puede. Vivimos en la modernidad y las reglas las pone quien se juega los cuartos confiando en que una Williams o una Haas acaben abonando lo pactado. En este sentido, mejor seguir viviendo en modo tristón que exponerse a un roto en el traje que acabe con el tinglado en la cuneta.

No, no va a pasar que se cambien las reglas que atañen a la economía en las unidades de potencia. Son caras de narices y toca cuidarlas por el bien de todos, aunque en el tránsito nos dejemos una parte de nuestro corazoncito aficionado y nos expongamos a que nuestras actuales carreras no las reconozca ni Dios.

Os leo.

2 comentarios:

anonimo dijo...

¡¡Sonno ío!! Sí: Yo fuí el del Handford; no por ser creativo sino porque en su momento a Indy le sirvió.
No voy a confirmarte mi edad, pero hace ya tiempo que no me peino. Recuerdo con nostalgia aquellos días del Ford V8 DFV donde salvo Ferrari, quienes fabricaban motores proveían a los "talleristas", a quienes Enzo usualmente denostaba. El Ford Cosworth DFV era simple... y al mismo tiempo lo hacía gente que no participaba en los equipos.
Esta época lamentablemente terminó; en pos de la seguridad y el bien del espectáculo (¡!); y no va a volver. Recuerdo que había tantos coches que había excluídos en clasificación.

luis mari dijo...

Una pequeña reflexion acerca del poder que han adquirido los sumistradores de motores, ya que tanto Mercedes como Ferrari controlan otros dos equipos cada una, Red Bull controla a Toro Rosso (aquí los motoristas no cuentan), y Renault y McLaren van por libre, solos:
y si Liberty (y la FIA) sacasen una norma mediante el cual los fabricantes de motores no pudiesen tener equipo propio y suministrar a terceros al mismo tiempo? Que tuviesen que elegir entre renunciar a vender motores a otros equipos, o renunciar al equipo de F1...
- Ferrari solo se motorizaría a si misma,
- Mercedes tendría que elegir entre tener escuderia propia o vender motores; Renault estaría en el mismo caso
- Red Bull y Toro Rosso estarían con Honda
- Se abriría la puerta a otros motoristas para abastecer a los otros 5 equipos
Pero, claro, se les acaba el negocio a los motoristas actuales (tanto economico como de poder), y dudo mucho que lo permitiesen, no?