lunes, 13 de agosto de 2018

Oda y alabanza del «jeiter»


Jamás me arrepentiré de recomendaros Cockneys vs. Zombies en cuanto tengo ocasión. Dispone de todo lo necesario para comprender cómo funcionan (en esencia) las redes sociales, y hay una escena en cuestión que resulta paradigmática en este sentido.

Os cuento: Hamish es un anciano venerable que disfruta de su bien merecida siestecilla en el jardín de la residencia, cuando unos zombies comienzan a merodear a su alrededor. Sus compañeros de geriátrico tratan de avisarle del peligro que corre, pero entre que tiene el oído duro y se está tan agustito al sol, nuestro héroe desperdicia un tiempo precioso que le habría servido para ponerse a salvo, que, a su vez, es aprovechado por un zombi grandote para situarse de manera amenazante al lado de nuestro protagonista. ¿Quién no ha vivido algo parecido en Twitter?

La secuencia posterior es literalmente brutal. Hamish comienza la huida jaleado por los otros ancianos y manejando con magistral solvencia su taca-taca. El zombi le persigue, ¿cómo no iba a hacerlo si es lo único que saben hacer estos bichos?, pero como su velocidad es idéntica a la del anciano y para colmo no dispone de DRS, la cosa queda como muchas de las persecuciones en Fórmula 1. ¿Quién no ha vivido una situación similar en la red del pajarito...?

No os cuento el desenlace, más que nada por animaros a que os toméis la molestia de ver la coño cinta, porque valer la pena, la vale. No obstante, sí quiero recalcar las enormes similitudes que existen entre su argumento y la vida virtual en redes sociales. No hay holocausto ni hecatombre natural ni científico loco que valgan, todo surge porque sí. El desencadenante es que hay zombies y en determinado momento se ponen en marcha por eso mismo que vengo contando: porque sí.

El «jeiter» es un zombi en toda regla —vale, lo guay es poner hater u odiador, pero, sinceramente: no me da la gana—. Está ahí, te ve pasar o se siente molesto porque estés tan agustito tomando el sol, y como si fuese un juguete al que le hubiesen dado cuerda, se pone inmediatamente en movimiento y el muy cabrón no para. Eres su objetivo, va a por ti, te lo discutirá todo, te sacará mil y un enlaces para demostrar que él tiene la razón y tú no [Terraplanismo (V)], y a poco que te descuides, te hará la vida imposible porque lo normal es que nunca aparezca solo, algo que suele suponer un monumental dolor de cabeza.

El «jeiter» formulero no busca comer carne ni cerebros. No, se alimenta de alonsistas, dice. Lleva tan jodidamente mal que los seguidores del asturiano vivan felices y a sus cosas, que es leer o escuchar la palabra Alonso y que se le active la única neurona que tiene... Y ahí que sale de caza como si no hubiera mañana.

Al bueno de Hamish nadie le dice por radio the zombie is faster than you!, y claro, se acaba salvando, no como le pasó a Massa. Y hasta aquí os puedo contar.

Os leo.

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