Bueno, empezemos la tarde por donde hay que empezar, concretamente por el santo arco del triunfo que pasean por el paddock el señor de arriba y sus colegas, para no haber encontrado ni un miserable razonamiento para empurar a Valtteri Bottas por su desproporcionada y peligrosísima jugarreta a Stoffel Vandoorne esta mañana.
¡Es Kemmel, demonios! La gente acostumbra a ir allí con el pie a tabla y el trajín del vehículo prácticamente a tope. Hay espacio para todos, y llevar a un rival a que los neumáticos de su vehículo pisen el verde siempre es una canallada si hay mala intención, y un despiste bastante peligroso si no la hay, más si cabe cuando no se juega nada porque se está disputando la tercera sesión de entrenamientos libres.
Bottas nos está enseñando su peor cara. Ya se le escapó la mala leche con Ricciardo en Hungría, y hoy a vuelto a hacerlo (es una opinión). Y si comprendo que bajo determinadas circunstancias, a uno, a cualquiera, a Valtteri mismo, se nos puede ir la mano, entiendo también que para definir responsabilidades está el reglamento y quien tiene la obligación de aplicarlo sea quien sea el pecador.
Aquí nos encontramos de nuevo con el Charlie de nuestro cuento, un tipo que atiende antes al nombre de los protagonistas y al buen discurso del espectáculo que a la acción en sí. Y como es fácil de entender, sólo ha visto ocasión para una reprimenda a Bottas porque Vandoorne encaja perfectamente en la categoría de paria de la parrilla.
Pero como llevamos a cuestas unas cuantas de este estilo, con Magnussen, por ejemplo, a lo mejor convendría que el británico nos enseñase qué tiene escrito en su cuaderno al respecto de lo que se debe considerar peligroso o no, más que nada para que nosotros también pillemos de qué va la coño cosa.
Os leo.
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