¿Hay vida ahí?

Lo de Williams no hay por dónde tocarlo porque siempre suena a desafinado. 

El dinero. Lawrence Stroll venía a salvar Grove a cambio de que su hijito pudiese ligar con credenciales de piloto de Fórmula 1. Y mientras los que alababan y saludaban el año pasado el cambio de Honda a Renault en McLaren, en estos instantes se preguntan (inquietos) por qué  la gente tiene memoria y revuelve en lo que dijeron sobre si el chasis del MCL32 era galgo o podenco, y qué tendrá que ver y tal; recuerdo las perdices que íbamos a comer con esto de Williams después de que un multimillonario canadiense apostase con tanto ímpetu por la mítica tercera fuerza de la parrilla.

Williams no es que vaya mal, es que está protagonizando un sonoro ridículo. Tiene a Robert en sus filas, y si Williams no lo pone a disputar una carrera completa es porque está pillada en lo que está pillada la parrilla al completo: contratos idiotas que supeditan la calidad de los conductores a lo que supuestamente es mejor para el equipo.

Entre abogados, economistas e ingenieros, está el tema. Pero Claire se sigue llevando las manos a la cabeza porque Stroll y Sirotkin no pueden, y Kubica, quien seguramente sí podría, no puede defender los colores porque su jefa es la que no puede ponerlo al volante de un coche que cada carrera que pasa se va un poquito más a tomar por el saco. 

Paddy Lowe también era una inmejorable apuesta. Todo era bonito ayer, el mundo era de rosa ayer, no hay por qué relacionar el MCL33 de Woking con el MCL32 de McLaren, pero hoy toca preguntar si hay alguien ahí, que entienda que la máxima expresión del automovilismo deportivo consiste en que los mejores deben ocupar las mejores posiciones, incluso intentando clasificar.

¡Por Dios, sois Williams y lleváis un pepino de unidad de potencia! ¿Hay vida ahí...?

Os leo.