sábado, 14 de abril de 2018

El éxtasis


A Senna se le ponía serio el semblante. Bajaba ligeramente el tono de voz y buscaba con su mirada un lugar lejano e inaccesible cada vez que recordaba su vuelta de pole en Mónaco 1988...

Esta anécdota, junto a la que protagonizó en Spa-Francorchamps cuando sintió a Dios tan cerca, ha ayudado a construir la mitología que rodea al piloto brasileño, pero también ha servido para verlo como un personaje demasiado tendente en público a la sobreactuación. 

He hablado algunas veces de ello y no puedo ocultar que independientemente de lo que piense o deje de pensar sobre el de Sao Paulo, he procurado hacerlo desde el más profundo respeto porque entiendo que existen estados alterados de conciencia que llevan a quienes los protagonizan a sentirse suspendidos en su actividad física.

Suspensión es una preciosa palabra. También lo son revelación, trascendencia, elevación, iluminación, epifanía o éxtasis, por ejemplo. La verdad es que el español es un idioma rico en este tipo de términos, quizás debido a que disponemos de una arraigada tradición plagada de ascetas, santos y santas, incluso de un género literario que se denomina precisamente misticismo. Desde luego, aquí podemos encontrar una buena base para el rechazo al olor a sacristía que supone aceptar que los seres humanos, bajo determinadas circunstancias, pueden llegar a vivir experiencias alejadas de la razón...

En todo caso, el Jedi cuando enseña al Padawan en Star Wars le pide precisamente que olvide su cuerpo, como solicitan los maestros de artes marciales a sus alumnos.

Sea como fuere, la descripción que hace Ayrton de su vuelta a Mónaco, y lo que sintió entonces, encajaría a la perfección en todo esto que estamos hablando, como reflejará más tarde Denis Jenkinson en conversación con Mark Hughes‬ [Light at the end of the tunnel]. Y es que efectivamente, Senna se había referido a todo aquello en los siguientes términos: «Me di cuenta de que no estaba llevando el volante de forma consciente. Conducía por instinto, me encontraba en una dimensión diferente. Había traspasado el límite pero todavía me sentía capaz de dar más. Me asusté porque comprendí que iba mucho más allá de mi entendimiento racional...»

Sucedía un lejano 14 de mayo de 1988, y posiblemente el piloto más rápido de nuestra historia como deporte había entrado en trance aquel mediodía, porque a eso apuntan sus palabras.

Concentración máxima, atención extrema, y de pronto: una experiencia totalmente personal y difícilmente explicable ante la cuál, Ayrton reacciona con un miedo humano y comprensible después de haber metido a Alain Prost casi un segundo y medio en la ratonera monegasca. Vuelve al garaje y se recoge en silencio, no lo intentará de nuevo, no volverá a subirse al coche hasta el día siguiente.

Os leo.

2 comentarios:

tereskovo dijo...

Muy buenas noches.

En primer lugar -aprovechando que comento por primera vez- agradecerte la labor que haces. Has conseguido que tras 4 temporadas sin querer saber nada del Gran Circo, me anime. Gracias.

En segundo lugar te dejo un enlace sobre un periodista deportivo de NBA que ha resonado lo que hablas citando a Senna. Él lo llama la "fase de flujo" y creo que se asemeja a ese momento en que todo va sólo.

http://www.jotdown.es/2012/02/gonzalo-vazquez-baloncesto-y-fase-de-flujo/

Abrazos

fleichié dijo...

La experiencia que vivió Senna , aunque parezca increíble , es bastante común . El problema es que pocas veces se le presta atención .
de Te puede pasar hablando , escribiendo a máquina o haciendo cualquier cosa , y de repente tomas conciencia que no eres tú quien está haciendo lo que estas haciendo . Si tuvieses que pensar , dar la orden de ejecutar una acción y realizarla tardarías mucho y lo harías torpemente .
De repente descubres que no eres exactamente tú quien escribe a máquina , que se hace de forma automática , demasiado rápido para nuestra torpe razón .
La ciencia lo explica asegurando que es el cerebro el que es capaz de hacer las cosas automáticamente , a esa velocidad , casi sin tu consentimiento , y puede que tengan razón .
Lo terrorífico del asunto es que una cosa es escribir en un papel sentado en un sillón y otra muy distinta es pilotar un F1 en el circuito de Mónaco a 165 km/h y darte cuenta de que no eres tú quien lo está haciendo .
Le leo maestro