El Gran Premio de Azerbaiyán ha resultado una carrera de las más entretenidas de este año, a pesar de que el incidente entre Pérez y Sáinz ha puesto el puntito agridulce a la prueba porque ambos merecían haber pisado el tercer cajón del podio, cosa que, obviamente, no ha podido ser porque han terminado contra las protecciones de hormigonazo visto que rodean buena parte de la pista.
No os lo he contado, pero llevo tiempo siendo visitado después de los Grandes Premios por una entidad mayúscula, es decir: mucho más grande que yo, pero mucho mucho. Y nos comunicamos sin güija ni nada. Lo hacemos vía whatsapp porque la modernidad impone sus reglas sin tanta moñez como pretende la FIA, y nos adaptamos, claro, básicamente porque somos gente lista.
Si otras veces hemos hablado del proctólogo de Vettel, de cómo sacrificar a Russell sin que se note demasiado o del peligro subyacente de Andrea Stella viniendo de Maranello, hoy, pudiendo hablar del Brutalismo como estilo arquitectónico —en Reino Unido tuvo que nacer como corriente—, lo hemos hecho con Paulo Coelho de fondo y, como trampantojo y bonus track, con los atisbos de orden en el caos por los que merece la pena vivir, ya que si Verstappen casi da la misma pena que el mierda en Bakú, Checo hoy ha roto todos los baremos.
La pena es consustancial a nuestro deporte como el drama lo es a Ferrari, aunque no sepan verlo los chiquillos y los expertos.
Lauda dio pena volviendo a la F1 porque tenía su aerolínea hecha unos zorros, y prometiendo a Prost lo que no podía cumplir en el podio de Estoril '94. El francés dio pena echándose en brazos de Dennis luego de haberse descubierto su affaire con la esposa de su Jefe en Renault, y mucha más enredándose con Estefanía de Mónaco. Enzo Ferrari dio pena intentando cargarse a Clay a cuenta de un lío de faldas; el Nano también la ha dado en alguna de sus elecciones. Todos los grandes dan pena en al menos una ocasión en su vida deportiva —lo de Hamilton es otra cosa, dar pena, así, de asiduo, merece un estudio aparte—, lo que abre un bonito espacio para la esperanza en que Sergio se recupere de una puñetera vez y dé donde más duele a Max a pesar de tener todo el equipo en contra.
En fin. Norris también dio pena en Azerbaiyán, pues si no se llegan a caer Sáinz y Pérez ni huele el cuarto puesto, pero quien no la dio fue Oscar, que es a lo que vamos, quizás porque el tema de dar pena se la trae al pairo y se parece tanto a Kimi Raikkonen que a uno sólo le proporciona buenos recuerdos.
Fino como un bisturí, decidido a no hacer rehenes, el australiano únicamente conoce un enemigo, él mismo, y lo bate sin contemplaciones, incluso con una herramienta que flirtea con los límites del Reglamento. Superó a Leclerc como entra un cuchillo caliente en la mantequilla y desde ese momento nadie le tosió hasta ver la bandera a cuadros. Sin duda dará pena en algún momento, pero ayer no tocaba.
Os leo.
1 comentario:
Para mí, lo de Pérez, fue una orden de equipo.
Saludos desde el Coño Sur
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