martes, 2 de julio de 2024

Great Britain!


Hace años sentía auténtica devoción por Silverstone —sólo unos milímetros más pequeña que la que mostraban por William Faulkner en el pueblo de Amanece que no es poco—, pero los ingleses son tan espesitos y se empeñan tanto en inventarlo todo y en destronar a Monza como Templo de la Velocidad, que últimamente paso bastante del trazado, sus habitantes y sus monsergas. Seguro que no me afecta a partir de este próximo viernes, aunque esa sea otra historia. 

En fin, dicen que allí comenzó todo porque la FIA decidió resetear su máxima disciplina después de la Segunda Guerra Mundial, en una pieza de terreno que había sido un aeródromo durante el conflicto y llevaba acogiendo carreras desde 1947, creo. Bueno, aquello fue tan, tan inglés, que la Federación tenía su sede en la Place de la Concorde de París, la France, y el Ben Sulayem de entonces se llamaba Jehan de Rohan-Chabot y era parisino también, vamos: gabacho.

En el feliz acontecimiento imagino que no tuvo nada que ver, pero nada, que, de las siete pruebas que componían el campeonato de 1950, Silverstone se estrenara arropado por colosos con historia como Mónaco, Indianápolis, el suizo Bremgarten, el belga Spa-Fracorchamps, el francés Reims, o esa pupita que tiene todo british en el corazón y hemos mencionado en el primer párrafo: el transalpino Monza...

Si os estáis preguntando si la primera cita fue británica de pura cepa y tal, con victoria o arrasada, y por eso se ponen como pavos reales, pues ya os contesto que no. Reginald Parnell, nacido en Derby, acabó tercero detrás de dos italianos, Farina y Fagioli, y, para más bemoles, lo hizo conduciendo un Alfa Romeo. 

La tabla de pilotos al final de la campaña también resultó chunga para los súbditos de la Queen. Peter Whitehead, primer representante de la Union Jack, concluyó la liza en la nona posición, detrás de tres italianos (Giuseppe Farina, Campeón Mundial; Luigi Fagioli, tercero, y Alberto Ascari, quinto), un argentino (Chueco Fangio, segundo); un francés (Louis Rosier, cuarto); dos norteamericanos (Johnnie Parsons y Bill Holland, sexto y séptimo, respectivamente); y un tailandés en la octava plaza (Birabongse Bhanudej Bhanubandh, aka Príncipe Bira).

¿De qué coño sacan pecho entonces...? Bueno, digamos que hay que quererlos así, como son, porque si no localizan un balcón desde donde hacer balconing siempre encuentran un espacio plagado de indocumentados y lelos que les hacen caso porque son british, y donde resulta sencillo imponer sus criterios apropiándose de cualquier milonga...

Dicho esto, Gran Bretaña forma parte de nuestro deporte por méritos propios y esto debería suponer un axioma para todo aficionado de bien. Pilotos gigantescos, máquinas alucinantes, sobre todo a partir de finales de los cincuenta del siglo pasado... Habría que ser idiota para negarlo, pero, en general, son bocachanclas, arrogantes y, a la vez, muy descuidados con la autenticidad de los datos.

Sí, nuestro formato moderno de Fórmula 1 comenzó en mayo de 1950 en Silverstone, pero ya, ¡hasta ahí!, pues hubo mucho tema antes y después de esa fecha, y hasta que se impuso la modalidad de Mundial de Marcas en 1958, Gran Bretaña no fue capaz de sacar la cabeza en monoplazas.

Queredlos, como decía antes, aguantadlos y comprendedlos, pero no caigáis en su retórica pues se vienen arriba con suma facilidad.

Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

Sabias palabras, troesma.
Por estos lares también abundan tales especímenes.

Saludos desde el Coño Sur