Quizás porque no tengo ninguna presión al respecto de nuestro bicampeón y el AMR24, ni por dar exclusivas ni por ir delante de nadie —la irrelevancia es lo que tiene—, me limito a disfrutar de los buenos momentos y a esperar novedades, porque el Nano no da puntada sin hilo y si dijo que en Hungría veremos, esperar a ver en tierras magiares parece lo más sensato.
Me ayuda bastante seguir la temporada a lo Old School, es decir, sin esa prisa que muestran los chavalines y los lectores de vendehumos por amarrar la quiniela sin que hayamos cruzado el ecuador del campeonato. Quedan trece pruebas contando Gran Bretaña y tres Sprints, un mundo en Fórmula 1.
Yo diría que las expectativas son buenas y conseguiremos pillar a McLaren, pero, bueno, ya me conocéis: soy optimista y don Julián y doña Matilde me educaron en las virtudes de la paciencia. A ver, la vida también me enseñó a ser paciente, aunque algunas lecciones habría preferido aprenderlas de otra manera...
Recuerdo a Ross Brawn comparando a Fernando con Michael Schumacher cuando lo del Singapurgate. Al británico no le cabía ninguna duda de que el español no había estado en el ajo de la propuesta de Nelsinho porque, al igual que el Kaiser, el de Oviedo, una vez en pista y metido en faena, confía a pie juntillas en las instrucciones de su equipo sin hacer preguntas; y no os lo perdáis, Brawn lo destacaba como una virtud no demasiado extendida en la parrilla.
Y bien, Alonso confía en Aston Martin y yo confío en él, y eso, lo que decía antes: todavía queda mucho terreno por delante, incluso para que si él lo ve claro o suena la flauta, podamos meternos un alegrón inesperado entre pecho y espalda.
En todo caso, y por ir cerrando, el asunto va de pelear la cuarta plaza del Mundial de Constructores, no de ganar la tercera corona, que, oye, podéis escuchar tantos cantos de sirena como os plazca, pero mejor hacemos las cuentas en Abu Dhabi y analizamos entonces si hasta el rabo todo ha sido toro y eso.
Disfrutad, os lo aconsejo, y os leo, siempre os leo.
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