Como avisé cuando supimos que íbamos a ir a toda pastilla con el calendario Frankenstein, esta temporada me la estoy tomando con bastante tranquilidad en cuanto a juicios sobre pilotos, excepción hecha de los tipos a los que hay que tocar sí o sí, a la sazón, Hamilton y Vettel.
El ritmo que han propuesto Liberty y la FIA para 2020 me parece totalmente descabellado, ya que ni a los equipos ni a sus conductores les queda espacio para reflexionar o enmendar errores. Desde que arrancamos el 5 de julio en Spielberg llevamos 9 carreras disputadas en tan sólo 11 fines de semana (el de ésta es el tercer intermedio sin prueba que podemos disfrutar), y aunque esta peculiaridad no esté afectando la capacidad analítica de nuestros mejores plumillas de allende las fronteras e intramuros, sería deshonesto por mi parte no puntualizar que resulta un despropósito sacar conclusiones de esta gincana tan apretadita.
Y bueno, me pedían que dedicase unas líneas a George Russell el sábado, después de clasificación, pero poco puedo decir sobre el británico más allá de que ha tenido la mala fortuna de disponer de coche en una campaña extraña como pocas, en la que además de tener que tirar a la basura las experiencias en el simulador, programadas para los circuitos del calendario normal, han surgido de la nada trazados nuevos, y todo ello después del parón de máquinas al que obligó la pandemia antes de mediados de junio...
El dinero manda y los pilotos son profesionales, nada que objetar, pero me resulta bastante forzado el nivel de exigencia al que se les está sometiendo, sobre todo a los del final de la montonera, que son los que habitualmente muestran mayores problemas para adaptarse al monoplaza y las gomas en cada carrera. Bien está que ha habido citas repetidas, pero no me parece excusa para seguir tratándolos como si aquí no hubiese pasado nada. Cada uno de ellos es un mundo y se me antoja mucho pedir exigirles que estén al 100% durante tandas de a tres Grandes Premios en las que, terminada una no hay espacio material para preparar la siguiente. Quien se atreva a juzgarlos que lo haga, por mi parte, prefiero esperar al año que viene.
Os leo.
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