El solo hecho de morder el polvo en Le Mans por tres veces consecutivas debería valer como hazaña al alcance de muy pocos mortales, pero hete aquí que, mientras unos hemos crecido en este aspecto, hay quienes siguen observando la vida en términos literales: blanco o negro, sin grises.
En este orden de cosas, alegrarse por la victoria de un piloto implica alegrarse por la derrota de su contrario, y cometer delito de odio si se hace crítica o se entiende que hay cosas que no encajan o se ponen pegas. Blanco o negro a pelo, sin más...
Me alegro por la victoria del Toyota dorsal número 8 pero me entristece que el 7 no haya conseguido mejor saldo que ser tercero. Entiendo que el problema de madrugada ha supuesto una dura factura para Conway, López y Kobayashi, porque bajo mi peculiar punto de vista, como integrantes del equipo japonés se han visto perjudicados por una estrategia encaminada a llevarlos a meta más que a vencer. Como aficionado habría agracedido más pelea, más acción, más sangre corriendo por las venas, pero el deporte no suele consistir en eso y las 24 Horas aún menos.
Ahora bien, tengo meridianamente claro que los tres integrantes del número 7 no son ningunos perdedores. Han lidiado con la cara amarga de la carrera y han logrado llegar a ver el banderazo final y a pisar el podio, logrando mantener intactas sus posibilidades en el campeonato aunque ahora desde la segunda posición. Me habría gustado otro resultado pero esto es La sarthe durante una jornada completa y, ¡qué carajo!, veo la vida en grises, con infinidad de matices y sujeta siempre a interpretaciones.
Os leo.
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