A Ferrari lo menos que le hace falta en estos instantes es presión extra, y conocedores de este flanco débil de La Scuderia, los plumillas ingleses y alemanes, y, por supuesto, sus traductores de todo el orbe, inciden una y otra vez en solicitar unos resultados que ni son fáciles de conseguir, ni mucho menos con la urgencia que precisa la prensa [SF1000 para inútiles].
Se sabe de Fórmula 1 lo suficiente como para no dar constantemente el coñazo, de forma que, entiendo, forman parte de una dinámica tocahuevos, tan clásica, por otro lado, los extenuantes análisis sobre el pacto secreto que firmó la italiana con la FIA, los lacrimógenos análisis sobre la situación de Sebastian en la rossa, los sesudos análisis sobre el enorme abanico de posibilidades que se abrían al de Heppenheim fuera de Ferrari, los profundos análisis sobre la pertinencia de Mattia Binotto al frente del equipo, los sobreactuados análisis al respecto de la perfidia del SF1000 y, obviamente, los cacofónicos análisis sobre lo perniciosa que resulta la italianización de Maranello, etcétera, etcétera, etcétera.
Siempre digo que si Ferrari no existiera habría que inventarla, básicamente porque hay mucha gente que vive de hablar de ella y no es cuestión de aumentar las filas del paro. Pero, ¡por Dios!, dejad de dar la turrada. Si ha perdido el norte que lo encuentre, si necesita tiempo que lo busque. El mayor cambio ya se ha ejecutado: Vettel va fuera y entra Sáinz en 2021, el resto consiste en esperar, que ya sé que es un verbo que no se usa habitualmente, menos aún en los medios especialistas británicos cuando se trata de zumbar por lo que sea a su gran enemiga natural.
Os leo.
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