Pero, ¿hubo o no hubo guerra?

Me ha sorprendido la acogida que habéis dado a la entrada que escribí sobre Max Mosley y Bernie Ecclestone [Los buscavidas], y puesto que en ella hablaba de la Guerra FISA/FOCA, y aunque tampoco tenía pensado extenderme más sobre el tema, sí considero que puede ayudar a contextualizar todo el asunto si matizamos que, estrictamente, no hubo ninguna guerra sino un bonito sainete que definió un nuevo equilibrio de fuerzas entre los mismos protagonistas: FIA y equipos. Es decir, no hubo vencedores ni vencidos, sino el amanecer de un nuevo orden.

Como el bueno de Jean-Marie Balestre se coronó de gloria en 1989 —mejor dicho: lo coronaron de gloria—, y en ese momento sí era Presidente de la FIA, la lectura de lo sucedido entre 1979 y 1982 lo sitúa en esa misma posición, cuando la realidad es que el francés era Presidente de la FISA (Fédération Internationale du Sport Automobile), un comité específico de la Federación Internacional de Automovilismo, presidida en esos instantes por el alemán Paul Metternich.

De Metternich se habla poco y se le refiere aún menos, aunque a su manera es una figura clave en este embrollo porque arrugó el morro ante el primer Acuerdo de la Concordia (1981) y nunca vio con buenos ojos que la FOCA (Formula One Constructors Association) tuviese un representante en el Comité Técnico de la FISA, de hecho, fue él quien obligará a Mosley a abandonar el cargo de asesor de la Federación en 1983.

El Principe Paul Alfons von Metternich-Winneburg —nombre completo—, conocía bien el percal porque antes de ser Presidente de la FIA a partir de 1975 fue Presidente desde 1970 a esa fecha de la CSI (Commission Sportive Internationale), comité deportivo que más tarde se convertiría en la FISA cuando Balestre ocupó el cargo. Metternich fue elevado a la Presidencia en 1975 sustituyendo al belga Amaury de Merode, quien, a su vez, sustituyó en 1971 al único Presidente inglés que había tenido la FIA desde su fundación en 1904: Wilfrid Andrews.

Sintetizando, que es gerundio: Metternich se había comido los primeros compases del conflicto de intereses habidos en el seno de la competición durante la década de los setenta del siglo pasado, bien desde su puesto en la CSI o bien desde la Presidencia, y bueno, todo esto cambia cuando aparece Jean-Marie Balestre y sustituye a Pierre Ugeux al frente de la CSI y el comité pasa a llamarse FISA, en 1978.

Me parece importante retener estos datos porque a pesar de que la prensa inglesa convirtió a Balestre en el ogro de su guerra, el francés siempre se mostró permeable a las posiciones de los equipos, dentro de los márgenes que le permitía Metternich, y fue lo suficientemente conciliador como para aceptar a Max Mosley como asesor y facilitar el primer Acuerdo de la Concordia.

¿Era Balestre el enemigo? Hombre, yo no diría tanto. A poco de convertirse en Presidente de la FIA en 1985, Mosley reaparece después de su breve paso por la política para ser nombrado en 1986 Presidente de la FISA's Technnical Commission...

Lo cierto es que la Guerra FISA/FOCA ya había tenido lugar para ese instante. Metternich había dejado de ser un escollo y a la vista de los que os acabo de contar, nadie diría que Balestre no ejerció de aliado de Ecclestone y Mosley porque debilitó las posiciones de la FIA, y porque abrió las puertas de par en par para que la Fórmula 1 se convirtiese en un lucrativo negocio mientras la Federation Internationale de l'Automobile lo amparaba como deporte.

Os leo.