Sin argumento

Voy a ir directo al grano: la Fórmula E se me está atragantando cosa mala este año. 

Me pierdo con el formato y tengo la percepción de que me harían falta tres ordenadores conectados al evento para entender mínimamente de qué va la historia de cada e-Prix. Mucho barullo, excesiva información imprescidible y una atosigante sensación de que siempre me estoy perdiendo algo, mientras en pista sucenden tantas cosas que se echa de menos que haya un mínimo guión.

La volatilidad resulta extrema, que digo yo que podía haber un término medio entre la previsibilidad de la Fórmula 1 y el caos aleatorio que percibo en la Formula E. Puede ganar cualquiera, desde luego, y eso, a priori, debería resultar un incentivo, pero la consecuencia no me llena y esto me deja bastante descolocado porque en las temporadas 2017/18 y 2018/19 llegué a creer que lo empezaba a pillar. Pero no, en la 2019/20 el asunto ha empeorado, al menos para mí, y eso contando con que la élite de los fabricantes han apostado fuerte por el modelo y la Place de la Concorde y Maese Todt ya han puesto fecha para que se consagre como World Championship FIA.

Siendo honesto debería dejarlo aquí mismo, pero puesto que cobro lo mismo si le doy a la tecla como si no, me atrevería a decir que hay tanta necesidad de contentar a tanta gente y tanto aficionado y tanto patrocinador y marca, y tanta expectativa, que la Formula E está perdiendo un poco el norte. No hay argumento. No hay candidatos firmes ni posibles rivales al título. El campeonato es un continuo suma y sigue que depende —excesivamente, diría—, de los numerosos avatares que tienen cabida en cada carrera.

Os leo.