martes, 28 de enero de 2020

Bernd y el pájaro de fuego


Tal día como hoy de 1938, el considerado uno de los mejores pilotos de su época solicitaba la posibilidad de repetir intento tras haber rozado los 430 kilómetros por hora sobre el cemento de la Autobahn entre Frankfurt y Darmstadt.

Mercedes-Benz y Auto Union se estaban midiendo para batir el récord de velocidad mundial a kilómetro y milla terrestre lanzada, mientras, relativamente lejos, en Berlín, Adolf Hitler seguía los acontecimientos desde su despacho en la Reichskanzlei.

Carach iba a ser el más rápido de la liza, pero Bernd sabía que la temperatura de su motor no había sido la óptima ni el clima había ayudado, en consecuencia pedía permiso y apuntaba a su gente lo que consideraba necesario para convertir su Type C Rekordwagen en un maldito pájaro de fuego imbatible. Todos creían en Rosemeyer y apuraron el Streamline con la intención de conseguirlo...

La autopista era estrecha y Rudolf Caracciola advertía a su rival y amigo que se había levantado algo de viento racheado, pero el riesgo siempre tiene sabor dulce con 28 años y estás enamorado y pisas la cima del mundo. Son algo más de 7 kilómetros por minuto, unos 120 metros por segundo, cuando el auto y el piloto se consagran en una entidad única y mágica que busca romper un récord. Y Rosemeyer arrancaba y se perdía de la vista de todos mientras sus ojos comenzaban a enfocar cada vez más y más lejos a la vez que sentía intimamente que podía lograrlo.

Muchos años después, nuestro periodista Javier del Arco localizó el punto exacto en que el Auto Unión se convirtió en un juguete del destino. Una ráfaga inoportuna lo desestabilizó primero y lo llevó después a convertirse en un pájaro de fuego al que le habían destrozado las alas. Rosemeyer salía despedido del habitáculo y moría en el acto. La de Chemnitz no iba a jugar más a este tipo de juegos...

Cuentan que Caracciola siempre mantuvo vívido este instante de su carrera marcado a hierro candente una mañana de un día como hoy de hace mucho, mucho tiempo. Un 28 de enero como otros tantos, pero diferente porque, entonces, el automovilismo perdía uno de esos hombres que hacen historia y no se repiten porque ya no hay molde.

Os leo.

1 comentario:

Elín Fernández dijo...

Bonita historia, José. Conocí de ella en el museo en Inglostadt.
Saludos, grandote!!!!