Los Senna perdidos

Era agosto cuando mi buen amigo Elín se acercó a Gorliz con toda su familia, y durante el almuerzo en el Okela, amén de hablar de nuestras cosas y de su trabajo en Manhattan, de su hermano y su padre y de la República Dominicana, tuvimos tiempo para reflexionar sobre lo malita que está la Fórmula 1 que nos niega reiteradamente la posibilidad de disfrutar de Goliaths como Ayrton Senna, lisa y llanamente porque el marco reglamentario cada día resulta más y más miope y estúpido.

Me acordaba anteayer de aquella jornada con Elín, cuando conocía que Chase Carey (FOM) se quejaba en términos muy parecidos a los que habíamos estado manejando nosotros: «Siempre va a ser un deporte complicado basado en la unión de competición y tecnología, pero debemos hacer algo que esté más en línea con lo que los aficionados quieren ver y lo que les emociona y les da energía» [Tenemos normas demasiado complicadas].

El caso es que llevo hablando desde prácticamente los inicios de este blog de la arterioesclerosis que afecta a nuestra competición. Y el caso, también, es que vamos para 13 temporadas y el asunto sigue igual o peor.

La vereda para llegar a la cúspide es tan angosta en la actualidad que resulta dudoso pensar que el paulista hubiera encontrado equipo sin haber pasado primero por los pasillos controlados por las grandes familias de nuestro deporte: Ferrari Driver Academy, Red Bull Junior Team o Mercedes AMG Petronas Driver Programme, etcétera, etcétera, etcétera.

Podemos hacer el esfuerzo de imaginar que lo habría conseguido y en vez de empezar su carrera en Fórmula 1 en Toleman, para ascender a Lotus y de allí pasar a McLaren y luego a Williams, podemos situarlo en un Marussia, en Williams o Alfa Romeo como cedido, o incluso en Toro Rosso.

El brasileño habría cumplido con la liturgia pero estaría a verlas venir, es decir: no dependería de sí mismo, porque los equipos ya no atienden a la calidad sino a las posibilidades dentro de sus proyectos respectivos, y como los contratos impiden la permeabilidad entre aventuras —acordaros de lo que le costó a Carlos Sáinz salir del yugo de Helmut Marko—, lo lógico sería que a Senna se lo fueran comiendo las hormigas porque no hay sitio arriba ya que allí estarían Hamilton, Vettel o Verstappen, el the new project Red Bull avalado por la holandesa Heineken.

Elín y yo jugábamos con estas cosas. Un Senna ahora es imposible. Un talento natural como él dependería en la actualidad de la política y el politiqueo que tanto aborrecía como jamás se ha visto. Manda el de arriba y se folla al de abajo como quiere, que la prensa especialista y los gurúes jamás se han mostrado tan complacientes con el New Deal. Y luego está el reglamento que impide que un coche mejore lo suficiente durante la temporada, y al final estás atrapado en una red de gilipolleces donde el aficionado no cuenta y el piloto menos aún. Y en la película que nos montamos mi amigo y yo en agosto, Senna muere como profesional casi antes de haber dado sus primeros pasos...

Chase Carey lleva toda la razón en que hay que aligerar todo esto, pero se enfrenta al comodón status quo de la FIA y los equipos, y a aquella cultura de la que se quejaba Ari Vatanen cuando perdió la Presidencia de la Federación porque Jean Todt era el tipo adecuado para aplicar el lampedusiano «cambiar todo para que nada cambie.»

Os leo.