viernes, 14 de octubre de 2022

Bonheur, Seb!

Ya advierto que se equivoca de sitio quien espere en Nürbu más aspereza con Sebastian que la acostumbrada, ahora que al alemán le quedan cuatro hervores para abandonar la Fórmula 1.

No puedo decir que nos hayamos llevado bien, pero a estas alturas de la película tampoco voy a dejar de firmar el pecho con la punta del sable a los numerosos imbéciles que insisten en que las críticas son fruto del odio o la ceguera, o de aquella bratwurst que digerimos mal los alonsistas pero empezó a hacer daño en el ojete a los vettelistas cuando el tetra ni superó a Daniel ni ejerció de Mesías en Ferrari ni llevó al cielo a Aston Martin.

No me disculpo. La historia entre Vettel y yo es estrictamente personal. Dudo mucho que me haya leído alguna vez en su vida, pero seguro que ha sentido que, lo mismo que le buscaba las vueltas y lo tumbaba en dos párrafos, cuando los cobardes rebaña esfínteres se apartaban de su lado a mí me sobraba una mano para defenderle, porque sí, porque lo cortés nunca ha quitado lo valiente.

Quizás estaría pidiendo perdón por mis numerosos pecados si no hubiera escrito antes de que se coronara campeón del Mundo en 2010 «¡Vettel, Vettel, Vettel!, el nuevo eslogan para este próximo invierno. ¿Y luego qué? ¿Cuando el éxito se haya acabado, qué? ¿Qué será de Sebastian cuando inevitablemente pierda brillo o sufra los rigores de una mala temporada?» [¡Vettel, Vettel, Vettel!]. Faltaban cuatro días para que le ciñeran la capa de armiño y Mark Webber era la mejor candidatura de Red Bull —siete puntos más que el de Heppenheim—, además del engaño en Yas Marina iban a hacer falta seis coches para contener a Fernando Alonso, pero el diagrama estaba nítidamente dibujado y simplemente lo señalé.

Ya había hablado para ese instante de los algodones que rodeaban y ablandaban al chiquillo, de que nos estábamos perdiendo un gran piloto que si se hubiera forjado en la Fragua de Vulcano habría conseguido menos títulos aunque ahora me arrancaría sabe Dios qué versos... pero esto es Fórmula 1 y si pestañeas te la puedes perder. 

Los dos en el sitio equivocado, sin arrepentimiento alguno por mi parte, aunque en el momento de la despedida le desearé lo mejor a Seb le duela a quien le duela, y le dedicaré mi infinito agradecimiento porque mi vida sin él habría sido diferente, porque me ha hecho mejor persona, y, en definitiva, porque al rival se le respeta siempre, dándole duro cuando consideras que lo merece y tendiéndole la mano cuando otros sólo saben rescatar facturas.

Os leo.

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