El pasado Gran Premio de Singapur deja tras de sí el amargo sabor de la derrota de un periodismo que dejó de enseñar para centrarse en cosas más lucrativas.
No es que la función del periodista sea resultar didáctico, que también, se trata de que antes aprendían ellos mientras nos enseñaban a nosotros y se dibujaba a ambos lados de la línea un vínculo que, literalmente, hoy ha desaperecido o no se percibe, que tanto da.
Me he levantado ochentero a tope. He pasado por el blog de Maese y he leído un par de artículos de Javier del Arco en F1 Racing, y con una lagrimilla en el ojo casi me pongo a buscar las viejas Grand Prix Internacional cuando lo he dejado porque no hacía falta.
La prensa —con sus obligadas excepciones— y los medios de comunicación, se nos han llenado de santones o aspirantes a magos, y la gente se preguntaba después de la cita en Marina Bay que por qué las Pirelli no funcionan en condiciones de mojado, o por qué los monoplazas no pueden circular lento si el Safety Car lo hace...
Os leo.
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