miércoles, 8 de mayo de 2019

Pray


Hoy Gilles no sería Gilles. Ni hay patrones como Il Padrino Enzo ni posibilidad de apañarse sobre un McLaren reserva para mostrar a la parrilla que estás pidiendo paso porque no existe otro piloto como tú. 

La mayoría de acciones en pista por las que recordamos al canadiense habrían terminado en sanción. No se puede volver a garajes con el morro doblado ni sobre tres ruedas, no se puede inquietar a un rival como René usando el interior de las lindes del trazado y lo que no es asfalto, no se puede ser creativo ni retener con un armario con ruedas a cuatro oponentes para ser el primero en la meta. Nadie te fía las cajas de cambio que necesites y la libertad para que entrenes las salidas hasta convertirte en un diablo. Hoy no hay sitio para Villeneuves y quizás por eso duele tanto su recuerdo.

Menudo en lo físico pero gigantesco al volante, una vez has conocido a Gilles, y lo has perdido, es difícil que te convenzan las virtudes que engalanan a nuestros héroes modernos. De una pureza descomunal, el quebequés fue un talento natural que murió buscando venganza sobre su compañero Didier Pironi.

Sábado 8 de mayo de 1982. Zolder. Villeneuve viene herido por la traición en Imola...

El 126 C2 es una bella creatura y, también, una máquina poderosa con la que es posible soñar con ganar el Mundial. Gilles apura su último juego de neumáticos con tal de batir a Pironi, pero se encuentra en su camino con el March de Jochen Mass en la embocadura de Terlamenbocht. El impacto es tan violento que su casco será arrancado de cuajo y su cuerpo romperá los puntos de anclaje del cinturón de seguridad con el habitáculo...

Os leo.

1 comentario:

Elín Fernández dijo...

https://youtu.be/n-r_4Zk3ViI
Saludos, José.