Diría que no hay nadie mejor que su propietario para saber si dispone o no del pasaporte correcto, y esto no es opinable. Otra cosa es que moleste Max cuando advierte que otro gallo le cantaría si fuese inglés [Verstappen hits out after Norris controversy: «I have the wrong passport»].
Todos lo sabemos. Montoya lo sabía, Maldonado también; Gutiérrez, Pérez; Alonso aprendió la lección en 2007, y Sáinz intuyo que sólo prefiere no decirlo. Todo el que no cae bien al establishment conoce de sobra que debe culpar de su situación al bendito pasaporte. Ben Sulayem lo va entendido a regañadientes, incluso los que se ponen de perfil o se muestran equidistantes en redes sociales, y callan como rameras desde los púlpitos por no perder su puñadito de likes diario, conocen esta evidencia que pasará factura a Franco como destaque más de lo debido o pise el callo a quien no debe.
El holandés ha puesto negro sobre blanco el sentir de los que no tenemos el pasaporte adecuado ni estamos por la labor de lamer las botas de quien sí dice tenerlo. Y hay que reconocerle al tricampeón que lo ha verbalizado sin recurrir a términos soeces ni usar palabras malsonantes, y sin necesidad de recordar las sabias palabras de don Blas de Lezo y Olavarrieta, al respecto de hacia dónde había que apuntar cuando el cuerpo pide aliviar la vejiga.
Estrenamos noviembre y la vida huele a ¡Oh, Dios mío. Está lleno de estrellas!
Os leo.
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