Mañana daremos cuenta de la Sprint de Sao Paulo y su clasificación de ayer, básicamente porque me tira más escribir a estas horas sobre la cancelación de la clasificación para la carrera, y de las veces que han hablado de mala suerte en la retransmisión de Sky Sports.
Tal que así. Como si en Brasil fuese extraño que lloviera torrencialmente a estas alturas del año o se haya hecho necesario encontrar al chamán que se puso a bailar en el Amazonas solicitando a los dioses algo de agua y no ha sabido parar a tiempo...
Tanta excelencia, tanta cúspide del motorsport, y el deporte sigue sin saber leer una previsión meteorológica y tomar las medidas pertinentes, porque, a fin y a cuentas, con el traslado por imponderables la FOM se saca una horita y media extra con la que jugar con nuestra ansiedad mientras llena de anunciantes el nuevo espacio, o modifica los precios de lo pactado por ampliación de exposición de contenidos programados, actividad en la que han invertido su tiempo los comerciales que sabían perfectamente que la historieta de esta tarde se iba a terminar cancelando porque no se daban las condiciones para rodar.
No sé si me produce más ternura el empeño de Sky en que nos chupásemos el dedo mientras seguíamos pegados a las pantallas del televisor, el portátil, la tablet y el móvil, o la peña que se está doliendo en estos instantes por lo diferente que son ahora las cosas, y anda recordando la bravura de Ayrton Senna o los antiguos maestros de la lluvia.
Descuidaros por el chamán. El anciano está bien. Como los baserritarras de Gorliz, él también sabe que el clima ha cambiado y continuará haciéndolo, y que el hombre blanco tiene su cuota de responsabilidad porque su tribu vive cada vez más acogotada por las medidas liberales de Bolsonaro, cuando antes el bosque daba para varias jornadas caminando. Liberty no le llamó, pero, cobarde de mí, también le he deseado buena suerte.
Os leo.
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