Después de haber doblado la rodilla, es Juancho Montoya el que desmerece a su oponente sintetizando su estado de ánimo en un escueto: «¿Verstappen? No es talento, tuvo suerte...», y todos habríamos entendido que al tiburón colombiano se le había escapado la presa y le estaba lanzando un aviso con dardo envenenado incluido, pero, me pasa con Lando, que la misma frase en su boca suena a inoportuna quejita flanderiana.
Lo que ha perdido la Fórmula 1 desde que llevo disfrutándola, se corresponde punto por punto con lo que han ganado conductores como el británico, capaces, sin sonrojarse, de soltar una chorrada del tamaño de un campanario de grande, al más puro estilo Ralf Schumacher, quien siempre creyó que lo conseguía todo por méritos propios.
No se le puede acusar a Norris de nada, desgraciadamente, porque ni se había enterado el domingo ni dudo que lo entienda demasiado tarde.
El piloto también es el equipo, y aquí radica la diferencia entre talento y suerte. McLaren hizo su trabajo birlándole a Piastri su victoria en la Sprint y entregándosela a él, pero nuestro protagonista, partiendo desde la pole, no supo terminar el suyo. Empero, Verstappen, saliendo desde la posición diecisiete, puso en bandeja encontrar la pequeña ventana de oportunidad que necesitaba Milton Keynes, y una vez la pillaron, buscó la victoria sin cometer un miserable error.
Os leo.
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