Aprovechando que el Dakar de este año tiene sabor español y así gano tiempo para continuar maquetando el libro, me apetece compartir con vosotros esta entrada que escribí en julio pasado para MotorPoint, máxime después de conocer por boca de Zak Brown que Fernando podría haber renovado por McLaren igualmente de haber continuado la británica con Honda.
El periodo de convergencia entre unidades de potencia que estará vigente a partir de la próxima temporada, ha abierto de par en par la posibilidad de que en la práctica cualquier vehículo pueda montar el propulsor que le venga en gana o mejor se ajuste a sus necesidades, teniendo, además, la seguridad de que las diferencias de rendimiento no serán tan abultadas como en años anteriores, incluso durante éste.
Ser «equipo cliente» en 2018 no va a tener la importancia que tiene ahora, vaya por delante, pero puesto que los vehículos de la campaña que viene han empezado a perfilarse, o deberían estar haciéndolo ya, la prensa especialista, con previsora antelación, lleva tiempo barajando todas las posibilidades habidas y por haber en la única casilla que en apariencia queda por cerrar de toda la parrilla: McLaren.
Independientemente de que Woking siga con Honda —apuesta que personalmente doy por segura— o decida utilizar otro tipo de unidades de potencia, este ruido ambiental ha situado en el ojo del huracán el futuro del piloto español, quien persiste en afirmar que sea cual sea la decisión que tome en septiembre, en 2018 estará en una escuadra que le permita luchar por el título.
Obviamente desconozco qué cartas maneja nuestro bicampeón del mundo. Vencer en Fórmula 1 también consiste en desestabilizar al rival mientras se prepara el terreno, jugar, en definitiva, a eso que vulgarmente denominamos guerra psicológica. Y el caso es que aprovechando el tirón mediático de su participación en la Indy 500 el pasado mes de mayo, el de Oviedo no ha dejado un momento de machacar a sus oponentes como si tuviera entre las manos ese anhelado proyecto de éxito que nadie sabe localizar todavía…
Luis García Abad y Flavio Briatore se han dejado ver lo suficiente en entornos diferentes a McLaren como para que a pesar de los bulos y los consiguientes desmentidos, Sebastian Vettel y Lewis Hamilton precisen de algo más que una tila para conciliar el sueño.
Los patrones niegan, reiteran una y otra vez la confianza que tienen en sus actuales pilotos, pero Alonso parece que ha movido ficha y eso ha desatado todas las alertas.
Carezco de una bolita de cristal donde leer el futuro. Mi mundo de revelaciones es tan inescrutable y complejo como el vuestro y la mayoría de medios de comunicación, por qué no decirlo, aunque hilvano los rotos y descosidos en base a una serie de sensaciones que, a pesar de las apariencias, disponen de contraste estadístico.
Fernando es un tipo metódico, por ejemplo. No deja las cosas al albur de la improvisación. Como buen depredador le gusta medir, controlar, saber que pisa terreno firme y desde luego, marca su territorio en cuanto tiene ocasión. Tampoco suele desperdiciar ni un gramo de energía invertido.
La idea de apostar por McLaren-Honda en 2015 resultaba sencilla: iniciar un proyecto victorioso que no dependiera de nadie, y aun a riesgo de equivocarme, creo honestamente que sigue vigente.
A pesar de la seguridad que ofrece el periodo de convergencia que mencionaba al inicio, ser cliente de Mercedes-Benz supondría para McLaren asumir el azar de convertirse en Williams o Force India.
Dennis no está en la británica, pero Ojjeh y Brown saben perfectamente que cuentan con el mejor piloto de la última década y media y que no cabe desperdiciarlo por más tiempo. Así que mientras Hasegawa y su gente terminan de dar con la tecla, yo diría que la guerra de Fernando consiste en hacer de McLaren-Honda un proyecto dominador a partir de 2018. Vamos, que se queda en Woking.
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