Los matices en Fórmula 1 son importantísimos, pero no sólo en tanto en cuanto a la conducción o la confección o hechura de las máquinas. También los circuitos los tienen, incluso el viejo Mónaco. Escribía sobre ello en Diariomotor a finales del mes de mayo de 2014. No ha llovido ni nada...
Sin duda, entre los muchos ornamentos que rodean el Gran Premio de Mónaco, el túnel que se abre paso bajo el hotel Loews puede pasar incluso desapercibido. Sin embargo, con sus casi 300 metros de longitud, que se dibujan en una curva rapidísima y amplia a derechas entre Portier y el puerto del Principado, supone en la práctica algo menos del 10% del recorrido por giro que sin embargo, los integrantes de la parrilla deben recorrer nada menos que 78 veces durante el trancurso del Gran Premio monegasco, con el agravante de que las peculiaridades que lo rodean son a día de hoy tan exclusivas como exigentes.
Así las cosas, el túnel de Mónaco obliga a los pilotos, a sus escuderías y a la propia organización de la carrera, a tomar una serie de precauciones que no tienen parangón en todo el calendario.
El primer problema viene dado por la alta velocidad de paso que desaconseja el uso del DRS, evitando a los conductores que se salgan de la trazada porque pisar la zona sucia podría llevarlos a acabar con sus vehículos contra las protecciones, ya que es una zona tremendamente peligrosa donde el mínimo error se paga carísimo y donde los adelantamientos son prácticamente imposibles.
El segundo problema viene originado por el cambio radical de luminosidad que se produce en su interior. Los conductores entran en el túnel casi mirando al sol porque la salida de Portier apunta al sur durante el mediodía europeo, y aunque los potentes focos de su interior se encargan de mitigar el posible efecto de ceguera que se produce en la entrada, se hace necesario que las viseras de los cascos dispongan de un filtro polarizador que ayude a que sus retinas no sufran en exceso. Pero el caso es que en la salida se reproduce el efecto contrario y a pesar de las precauciones y la iluminación artificial, los pilotos llegan a quedar deslumbrados por breves instantes en los días más luminosos.
Y el tercer problema grave está en el asfalto, ya que en días lluviosos y a pesar de que los bomberos de Mónaco riegan el firme del túnel para mantenerlo mojado, el inevitable cambio de condiciones en una zona donde los neumáticos son castigados especialmente por la velocidad y las fuerzas laterales a las que se ven sometidos, acarrea que estos puedan desgastarse más allá de lo aconsejable.
Puede parecer una tontería, pero esos casi 300 metros de recorrido al trazado durante 78 vueltas consecutivas, tienen una importancia en la que muy pocas veces se repara, ya que en el cómputo total, suponen nada menos que recorrer algo menos de 23 kilómetros bajo condiciones de dificultad extrema, algo que sin duda no está al alcance de cualquiera.
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