Il divino Flavio

De los creadores de McLaren es un equipo británico que tuvo la fortuna de ser comprado por Ron Dennis ya que el neozelandés Bruce McLaren y sus socios (por cierto, yanquis todos ellos) se habían hecho la picha un lío hasta que llegó el de Woking, y del le damos la portada del Time a Lewis Hamilton y bola en los medios en su peor temporada en Brackley, porque, total, pa'qué vamos a resaltar que Nico Rosberg es el primer (y único, de momento) campeón del mundo alemán de Fórmula 1 sobre las míticas Silberpfeile, surge ahora el hay tramposetes que molan mazo mogollón.

Conste que Ross (Brawn) es un tipo que como tiburón me merece todos los respetos.

Hay que ser listo de cojones para no levantar sospechas en una operación que consistía en calzar un motor V8 Mercedes-Benz en una plataforma planificada al milímetro para albergar un V8 Honda, todo ello en un tiempo récord.

E inglés hasta la médula para conseguir a colación el pase administrativo de la FIA a cuenta de los dobles difusores que habían sido echados para atrás en el caso de Renault, por ejemplo, para, a renglón seguido, presentarse en la temporada 2009 por el módico precio de 1 libra esterlina —eso dicen las malas lenguas que costó al ingeniero hacerse con la sede de Brackley, sus aperos y los planos del cacharro que competiría en sesión tan prodigiosa—, y vencer, convenciendo de paso a sabios y amigos de que allí no había pasado nada. Extraño, se entiende.

No quiero molestar demasiado recordando esta tarde cómo aquella miserable libra esterlina se convirtió en un pelotazo tasado en millones de dólares en el instante mismo en que se vendía Brackley a Mercedes-Benz, con sus hazañas, aperos y tecnología, cuando tras 55 años de ausencia, la de la estrella de tres puntas decidió volver a los circuitos.

Tampoco quiero quitarle el sueño a nadie mencionando el Pirelligate de 2013 o cómo, según afirma Bernie, Brawn (Ross) recibió algo más que una ayudita de la FIA mientras se definían las unidades de potencia y la normativa 2014, poquito antes de que anunciara que se retiraba de todo para pescar truchas. ¡Quita, bicho! que diría María... 

En serio, el de Lancashire me gusta desde casi siempre. Sin duda, desde mucho antes de que los medios nos vinieran a decir que debernos arrodillarnos ante él, propagando la especie de que como él hay pocos, o nadie, y que en este mundo de sortilegios, misterios y dudas, siempre es mejor adorar al buen ladrón que elegir al malo.

Lo que me lleva inevitablemente a pensar en que Ross se forjó como estratega a la sombra de Flavio Briatore, en Benetton, y a que en este juego de buenos y malos, la prensa british continúa excediéndose, porque si el maestro ha pasado a la historia de lo nuestro como un perfecto tramposo, el alumno no se ha quedado a la zaga aunque nadie se haya tomado la molestia de saber por qué.

Quizás sea cuestion de quién censa la cantidad y el tamaño de los fantasmas que se guardan en el armario, pero repito lo que he dicho siempre: de quedarme con algún trilero en la Fórmula 1, me quedo con Flavio, il divino. No trabaría negocio alguno con él, pero por aprender de la vida pagaría gustoso con el brazo con que dibujo con tal de recibir un par de lecciones o tres.

Os leo.