El último día de cada año viejo, las brujas de Nürburgring acostumbran a celebrar un akelarre donde bailan alrededor del fuego, cuentan cuentos, ríen y beben hasta desfallecer, y si aún quedan ganas, que suelen quedar, despiertan a Elisiades, el demonio nubio de las Eifel, para ponerlo rojo... de vergüenza.
Que las dueñas de las montañas son una especie aparte de hechiceras queda patente en que una vez fueron capaces de ahuyentar, sin ayuda, a un krampus que andaba incomodando a Jochen Rindt, y que entre sus historias más desteñidas, sobadas y preferidas, se encuentra la que alude a cómo un italiano pequeño, enjuto y feuchón, fue capaz de desafiar al mismísimo Hitler, en su terreno, además.
El III Reich había invertido lo que no está escrito en situar la maquinaria automovilística alemana a la cabeza del mundo. Mercedes-Benz y Auto Union eran marcas señeras a comienzos de los treinta del siglo pasado y el Gran Premio de Alemania de 1935 parecía el lugar más indicado para demostrarlo.
Más de un cuarto de millón de espectadores —aglutinados, la mayor parte, en las tribunas y gradas situadas frente a la recta de salida o en sus aledaños—, invitados, autoridades, funcionarios, militantes del partido NSDAP ( Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei), militares de alto rango y el propio Führer, se mostraban prestos a disfrutar de una ceremonia de exaltación del incontestable espíritu alemán que Leni Riefenstahl iba a grabar para la posteridad.
Los pilotos de la casa de Stuttgart eran Rudolf Caracciola, Luigi Fagioli y Walther von Brauchitsch, y por la de Zschopau conducían Hans Stuck, Acille Varzi y Bernd Rosemeyer. Seis ases para un podio de ensueño. Nada podía fallar. Nada debía fallar... pero falló.
Tazio Nuvolari había pretendido incorporarse a las tripulaciones de Auto Union pero tuvo que conformarse con participar a bordo de un Alfa Romeo P3 preparado por el garaje Ferrari, muy inferior en prestaciones a sus rivales.
La carrera da inicio y Nivola consigue ponerse a cola del Mercedes-Benz W25 de Caracciola, gracias, entre otras cosas, a que el coche italiano es más ligero. Pero Rosemeyer y Fagioli dan buena cuenta de él y pronto el de Auto Union presenta sus credenciales al as de Stuttgart. La guerra en el Gesamtstrecke va con ellos, no parece haber sitio para nadie más.
Aquí comienza la parte que más risa produce a las brujas y al demonio Elisiades:
La carrera da inicio y Nivola consigue ponerse a cola del Mercedes-Benz W25 de Caracciola, gracias, entre otras cosas, a que el coche italiano es más ligero. Pero Rosemeyer y Fagioli dan buena cuenta de él y pronto el de Auto Union presenta sus credenciales al as de Stuttgart. La guerra en el Gesamtstrecke va con ellos, no parece haber sitio para nadie más.
Aquí comienza la parte que más risa produce a las brujas y al demonio Elisiades:
El circuito brama de cabo a rabo viendo pasar a los coches plateados (tanto los Mercedes-Benz como los Auto Union van de ese color). Es tal la embriaguez que empapa el ambiente ante el más que seguro triunfo de un auto alemán, que nadie quiere reconocer que el Alfa Romeo de Tazio no va con vuelta perdida, sino que giro a giro se mantiene firme a la estela de sus rivales. Comienzan los cambios de ruedas y los rellenos de combustible, y Nuvolari pierde entonces un tiempo precioso en garajes, partiendo de nuevo en sexta posición.
El de Mantua no se amilana. Ataca, devora kilómetros y asfalto. Ha entrado en comunión con su P3 y nadie diría que no ha alcanzado el estado de trance mientras sortea las innumerables trampas de Nürburgring. Von Brauchitsch va en cabeza. Tazio se acerca, primero superando a Fagioli, luego a Rosemeyer, más tarde a Caratsch.
Antes de iniciar el último giro, el W25 del berlinés saca en la línea de meta cerca de medio minuto al Alfa Romeo rojo dorsal número 12. El público brinda anticipadamente por la merecida victoria de uno de los suyos mientras por los altavoces del circuito comienzan a sonar canciones populares alemanas que enardecen aún más a los presentes. Pero quedan 28 kilómetros e il mantovano volante no ceja en su empeño de mantener el pie a tabla. Von Brauchitsch reacciona al verlo aparecer por los retrovisores. Aprieta, aunque así acaba destruyendo lo poco que queda de sus neumáticos y es finalmente sobrepasado.
El silencio se apodera de Nürburgring y es aquí donde Elisiades siempre comienza a dar palmas como un chiquillo.
A pesar del malestar que se palpa entre las autoridades y escenifica el propio Hitler, el gentío rompe a aplaudir y a jalear el nombre de Nuvolari. La gota de alegría se convierte en ola, y ésta en mar, y éste en océano imparable. Nürburgring saluda a su héroe y el de Mantua se ve rodeado por centenares de aficionados que se han hecho dueños de la pista para felicitarle y mostrarle su admiración.
Hubo que buscar una bandera tricolor porque nadie había previsto tan irregular desenlace, y dicen que cuando a Tazio se le comunica que no podrá sonar el himno italiano en la ceremonia del podio porque no hay partitura, el de Mantua solicita a uno de sus mecánicos que vaya rápidamente al garaje y de su bolsa saque un paquete cuidadosamente envuelto que siempre viaja con él, para que se lo entregue a las autoridades. Dentro del bulto hay un disco de pizarra en cuya portada de cartón puede leerse: Marcia Reale d'Ordinanza, Giuseppe Gabetti.
Os leo.
PS: Dedicado con cariño al equipo Movistar F1 2016
PS: Dedicado con cariño al equipo Movistar F1 2016
2 comentarios:
Feliz año José y por ende para todos los formuleros que por aquí habitan. ¡Por muchos Nürburgring más!
https://www.youtube.com/watch?v=q2uvq8vK1E0
King Crimson
que gusto , que gusto leer esto que has escrito, letras de oro con que se escribio nuestra F1, no conocia esta historia.. muy bonita muy anegdotica... que buena debio ser esa carrera... Feliz año a todos...
Carlos Ollarves
Carora - Venezuela.
Carora, Laciudad donde baila el viento y canta la aurora....!!!
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