lunes, 29 de diciembre de 2014

#KeepPushingMichael


Hoy hace un año exacto que Michael Schumacher se desterraba de entre nosotros: una estúpida caída mientras practicaba esquí, le llevaba a recorrer uno de los peores caminos que existen.

Han pasado doce meses y aunque el silencio se prolonga y las noticias se multiplican y solapan a veces, la verdad es que desde que supimos que era trasladado desde el Hospital de Grenoble, apenas se sabe nada sobre su estado que no pase por el consabido hay que esperar...

Entiendo que la familia ande celosa de marcar el día a día del heptacampeón del mundo frente a una afición y unos medios de comunicación ávidos de información puntual, con lo que ello supone, pero como he dejado escrito en más de una ocasión en este mismo blog, hay una parte de Michael que no pertenece a la familia y esa es precisamente, la más descuidada de toda esta historia.

Como sabéis de sobra, el Premio Príncipe de Asturias del Deporte 2007 no es uno de mis pilotos favoritos; es más, me cae como el puñetero culo. Me apartó de las carreras a comienzos de la década pasada y aunque comencé a apreciar su incuestionable calidad como conductor de bólidos, a base de verle sin la premura que imprimen los campeonatos, mi opinión sobre él apenas ha cambiado nada tras su paso por Mercedes AMG salvo acaso, por aquel canto del cisne que protagonizó a partir del Gran Premio de Bélgica 2011 a resultas del cual, más de uno se le tiró a la yugular porque no le cuadraban las cuentas de los 20 años que celebraba el alemán en competición.

Pero si he dicho miles de veces que la vida privada de los tipos que se juegan el pellejo en Fórmula 1 me importa un pimiento a la hora de valorarlos, con el Kaiser jamás he hecho una miserable excepción ni la voy a hacer ahora.

Mal que queramos, el suceso en la nieve y sus lamentables consecuencias forman parte de esa vida privada que respeto profundamente y por tanto, puedo decir con la cabeza bien alta que Michael, como persona, me produce una serie de sentimientos difícilmente expresables pero la mayoría positivos. Primero de todo porque lo que le ha sucedido me parece tremendamente injusto si es que el término justicia puede ser aplicable a este tipo de circunstancias y segundo, porque como he dicho hace un par de párrafos, no me parece de recibo el tratamiento mediático que se está haciendo con su figura pública tras el accidente.

Y aquí entra la portavoz oficial de la familia, Sabine Kehm, quien por razones que se me escapan, ha patrimonializado la figura del heptacampeón como Smeagol el anillo, y anda repartiendo cartas como si el Kaiser le perteneciera en exclusiva.

En marzo pasado desmintió que doc Hartstein supiera de lo que estaba hablando cuando auguraba un negro futuro para el de Kerpen y hace nada, ha descalificado a Philippe Streiff en su matizado optimismo sobre los avances de Schumacher, remarcando el consabido hay que esperar...

Sí, hay que esperar, es obvio, ¿pero a qué?

Esa es la pregunta que nos hacemos todos a 29 de diciembre de 2014 y ante la cual nos gustaría saber, con el permiso de Sabine, por supuesto, qué piensan realmente Corinna o sus hijos, o el entorno inmediato de Michael, incluso sus amigos, antes de que los sentimientos y opiniones de todos ellos sean filtrados por quien decide cuándo afloran o cuándo no, qué está bien decir y qué no, quién, en definitiva, es uno de los suyos o quién es el enemigo.

Os leo.

1 comentario:

Josemi dijo...

Se ha publicado algo sobre el pobre Bianchi. Debajo de los buenos deseos y demas, tengo la sensacion de que la cosa no pinta nada bien y su lesion es todavia peor que la de Michael.