El deporte vive con insoportable autocomplacencia su perenne crisis de identidad, y digo «perenne» porque a la vuelta de la esquina Nürbu cumple 15 años, que se dice pronto —echo la vista atrás y da la sensación de que nada ha cambiado—, y digo «crisis» por no llamarla otra cosa, que nos entendemos.
Mis primeras coplillas fueron dedicadas a una actividad que decía buscar el espectáculo mientras insistía en dar el cante con perseverancia numantina. ¿Cómo íbamos a pillar el bendito espectáculo si nunca fue una prioridad? El conejo blanco ni se molestaba en correr delante de Alicia, no hacía falta, le bastaba señalar el camino y solicitar a la chiquilla que sudara e hiciera pierna por él.
Bottas, sí, Valtteri. Mercedes AMG ha precisado de la FIA que corte las alas a Red Bull y Ferrari porque el W13 adolece todavía de inmadurez competitiva, y mientras los Alfa Romeo vuelan —para lo que venían siendo los cacharrillos de Hinwil de unos años a esta parte—, hay quien prefiere seguir obviando cómodamente a los conductores especiales que dan y quitan décimas como por arte de magia.
Os leo.
1 comentario:
Que habría sido de Jaimito sin Alo, Ros o But... Nunca lo sabremos.
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