Por fortuna dejamos atrás aquella época en que se nos decía que los F1 eran tan complejos que sólo podían hablar de ellos «los que realmente entendían», aunque ahora hay otras muchas cosas de las que tampoco pueden hablar «los que no entienden» porque, a ver, de qué van a hablar «los que entienden» sino de asuntos que los separen artificialmente de los mortales, tan molestos que parecemos ladillas.
Mi rechazo al academicismo y el empeño en intelectualizarlo todo viene de muy lejos, concretamente de mi etapa universitaria, del final de la misma, más bien, que quedó sellado con mi negativa a recoger el título de Licenciatura en Bellas Artes por la Especialidad de Procesos Gráficos tras haber pagado las tasas correspondientes, of course!, lo que, a su vez, tiempo después originó que mi bendita madre, dolida porque las paredes de nuestra casa en Santurce lucieran los logros académicos de mi padre y mis hermanos, y no los míos, tuvo a bien enmarcar mi título de Socorrista Acuático y destacarlo en mi habitación... curiosamente, el suyo de Magisterio ha sido siempre el otro gran ausente de la panoplia familiar.
Me forjé en lo más parecido a una Fragua de Vulcano que conozco. Aprendí a pensar por mí mismo y a confrontar mis ideas para imponerlas con el máximo respeto a mis rivales, incluso a Paloma y Pepe, que tuvieron tanta paciencia y generosidad conmigo que aún no entiendo cómo me sobrevivieron como alumno. Conocí a Cata, los movimientos asamblearios, el poder de los sueños, fui becario en la biblioteca y me instruí en relativizar a todas horas, y también a que si no puedes rebatir un argumento y pretendes salir airoso en un debate, no te queda otra que tratar de destruir la manera en que ha sido construido...
El Hermano Luis había deshauciado para la literatura al socorrista en quinto de bachillerato, su paso por Bellas Artes lo convertiría en una fina arma de combate dialéctico que no precisaba mostrar curriculum. La docencia y la vida profesional iban a hacer el resto.
No me enredo. Sois libres de tragar el anzuelo, pero que no os cuenten milongas ni consintáis que os desmerezcan acusándoos de ingenieros de sofá cuando no comulgáis con ruedas de molino. Tenéis ojos y sentido común, no hace falta ser demasiado listo para analizar lo que pasa.
A ver, George Russell no es rematadamente bueno y saca astillas al monoplaza de Mercedes AMG por venir de coches malos, esto formó parte de su aprendizaje como conductor de bólidos.
Marko ya utilizó este motivo contra Mark Webber frente a Sebastian Vettel y Ross Brawn contra Rubens Barrichello para justificar que Jenson Button fuese el elegido por su escudería para llevarse el campeonato 2010 ya que era rubio, blanco y británico. El ardid no es nuevo, yo mismo he pecado con él al referirme al Daniel Ricciardo de 2014. Es un recurso fácil, pero falaz, que no puede ocultar que Russell es un tipo de los pocos que saben adaptarse a la montura que llevan entre manos, y si Hamilton no sabe, o no quiere, o prefiere dolerse de su espalda, es su puto problema.
En la Fórmula 1 están los mejores, se sobrentiende, y aunque Toto quite brillo a George con tal de halagar las tonterías del GOAT, el techo del W13 lo está poniendo nuestro protagonista —tercer F1 de la actual parrilla—, mientras que su suelo lo marcan los gilipollas que habitan Brackley.
He visto con mis propios ojos a compañeros elaborando acuarelas con pinceles que jamás usaría ni para limpiar una de mis pipas, y es que no es el arco, nunca es el arco, ni la flecha, sino el arquero quien hace posible el milagro.
El socorrista acuático os lee.
1 comentario:
Pues yo me acabo de desayunar que el DRS en Hungría son siete décimas.
Saludos desde el Coño Sur
PD: ¿qué tal si llueve un poco mañana?
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