Tomas falsas

Gracias a Dios tengo una vida tan plácida que me permito querer a Lewis sin necesidad de elevarlo a los altares a la mínima ocasión. 

No tengo cuentas pendientes con 2007 porque las resolví hace tiempo, el inglés me caía como una patada en las avellanitas y fui a degüello porque se supone que un velocirraptor aguanta eso y más, en todo caso, en 2009 me puse de su lado porque la prensa isleña prefería a un británico blanco y rubio —Jenson Button—, y a él sólo le faltaban algunos hervores.

Es como es y prefiero no intentar cambiarlo. Luce cuando tiene viento de popa y todo amarrao alrededor. Machaca a sus compañeros sólo cuando sabe que no van a responder, porque cuando no es así monta el pollo para que los medios y sus aliados vengan a socorrerle. Hace lo que le da la puta gana, es una vedette y tiene todo el derecho del mundo a serlo. Es pentacampeón del Mundo, le gusta retocar su pasado y como en el caso que no ocupa, tolera mal salir feo o deslucido ante las cámaras aunque todavía cruja aquel docudrama selfie que él mismo subió a sus redes sociales, en el que se retrataba haciendo ruiditos sentado en el baño del avión...

Reconozco que lo de Netflix lo he pillado después de tres lecturas. El de Hockenheim fue un mal fin de semana para el de Tewin y todo su equipo, pero hombre de Dios, no te pongas a revocar permisos, asume que la vida viene como viene y solicita que te pongan en tomas falsas, porque el aficionado medio es lo suficientemente inteligente como para pillar al vuelo que hay cosas que son como son por mucho que nos empeñemos en que parezcan lo contrario.

Os leo.