jueves, 8 de agosto de 2019

El chocolate del loro


Desgraciadamente soy bastante poco optimista con lo que puede dar de sí la Fórmula 1 en 2020. Todos los años de final de ciclo suelen ser un poco tristones. La mayoría de equipos está concentrada en el desarrollo de los prototipos del nuevo reglamento y quien más, quien menos, tira con lo puesto a la espera de dar en el clavo...

Y aquí viene donde la matan, que decía aquél, porque si este panorama ya es desalentador, con los actuales condicionantes se vuelve más áspero todavía. Tenemos, por ejemplo, el uso limitado de unidades de potencia y sus componentes, estupidez que seguirá vigente la temporada próxima. También nos acompañará nuestro queridísimo proveedor de compuestos, empeñado, como siempre, en que las escuderías entiendan su producto en un entorno que prevé escasos entrenamientos, que esto también continúa, no se nos olvide.

En principio, con estos tres mimbres ya tendríamos para un cesto, pero es que, además, en 2020 dispondremos de un nuevo episodio de la satelización de la parrilla, fenómeno por el cual hay equipos B y C a cascoporro, que reciben las mejoras de sus correspondientes plataformas cuando al suministrador le viene bien, no antes, pero como éste también compite en el mismo campeonato, pues háganse ustedes cuenta de la que se lía a la mínima.

Bueno, hay algo de exageración en todo lo que llevo dicho porque al final todo se reduce a dinero: las ruedas son asequibles y tampoco se puede pedir más. También resulta barato para una escudería comprar material o diseños a otra en vez de desarrollar por sí misma. Y por supuesto, está tirao de precio reducir horas y kilómetros en pista, en el túnel de viento o con la CFD... Bueno, si es tema de dinero también es tema de que la Fórmula 1 es cara de narices, lo que me lleva a recordar al bueno de Bernie cuando le contestó a Ron Dennis que antes de quejarse redujera la flota de camiones que llevaba McLaren a los circuitos.

Y aquí está el problema a mi modesto entender. Nuestra actividad es cara pero encima no produce los efectos deseados ni en términos de espectáculo ni de competición.

No es por nada, pero McLaren, Toro Rosso, Renault, Alfa Romeo, Racing Point, Haas y Williams, alcanzan a sumar todas juntas tan sólo 10 puntos más que la tercera clasificada en estos momentos (254 frente a 244, respectivamente), y eso que en Milton Keynes únicamente ha contado Max Verstappen, y que como nos recordaba el otro día El Abuelo, el resultado del pasado Gran Premio de Alemania ha distorsionado bastante los números.

Pretender la igualdad aquí es una entelequia, pero entiendo que los esfuerzos deberían estar encaminados a reducir las enormes distancias que separan a los tres grandes del resto, evitando en lo posible a estos últimos tener que soportar esfuerzos económicos que no llevan a ninguna parte y agudizan la sintomatología —la normativa 2019 y sus cambios aerodinámicos suponen un claro ejemplo—. Pienso que como en las casas mal gestionadas, se está gastando donde no se debe y se ahorra en el chocolate del loro, y éste es el escenario que se prorroga para el año que viene.

¿El Tyrrell de la entradilla? Bueno, aquella tampoco era una época barata, pero sí quedaba bastante apañadita y el espectáculo lucía en cada Gran Premio, siquiera porque había piezas como el P34 que eran dignas ver...

Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

El Tyrrel de la entrada puede tomarse como una metáfora de la actual F1: otra exelente idea mal implementada.
La excelente idea? Usar ruedas más chicas para disminuir la sección frontal y reducir la resistencia aerodinámica.
La mala implementación no tuvo en cuenta la complejidad de tener cuatro ruedas directrices, suspensiones independientes pero tan cercanas, y ni quiero pensar en el peso de ese tren delantero...
Pero era la visión de un garagista y había que poner a prueba el concepto, aunque sea para encontrarse con la dura realidad. Chapeau por Ken.
El problema hoy día es que los que elucubran las ideas están más arriba y éstas afectan a todo el circo. Y todas las "ideas" parecen parches apurados, o simples despojos de las ideas originales, lo que queda después del tironeo salvaje entre todas las partes interesadas.
Y además cambiar constantemente, en mi opinión, sólo favorece a los que disponen de mayores recursos, o sea, los más poderosos. Dejar un reglamento estable por varios años permitiría a los demás equipos acercarse y competir.