Me paso este tramo de mi vida maquetando el libro que espero vea la luz antes de Semana Santa. Mis horas transcurren luchando con las líneas viudas y huérfanas, modificando interlineados, cursivando aquí y allá, puliendo el contenido del texto sabiendo que de ésta nos tiramos a la piscina y conviene no pasarse con los retoques.
En fin, ayer y anteayer me aliviaron los minutos las notas y voces de Don Quichotte de Jules Massenet, pero hoy he tenido como acompañante a Leon Redbone, y escuchando la canción que da título a esta entrada —por cierto, fabulosa versión de la de Roger Miller, 1929—, me ha dado por pensar en que a la Fórmula 1 parece que la adelantan todas las disciplinas, por la derecha y por la izquierda, quitándole las pegatinas o acariciándola con la yema de los dedos.
He tenido la fortuna de poder relatar aquí mismo cómo la Resistencia se iba haciendo fuerte y venía convirtiéndose en una amenaza para la que siguen diciendo que es la máxima disciplina del motorsport. Con la Formula E me pasó tres cuartos de los mismo. Quién iba a decir que de ser poco menos que un outlet para pilotos que no lograron sacar la cabeza en nuestro deporte, hayamos pasado a que la de Agag sea en la actualidad una auténtica alternativa para las grandes marcas...
Y nos pasan por todos los lados. Sorpassos rápidos o lentos, pero nos siguen pasando. Y Redbone que sigue cantando Ghost Of The St. Louis Blues...
Os leo.
Lo dejo porque si sigo me avinagro.
He escrito lo suficiente sobre este atardecer brumoso como para ponerme a echar la vista atrás. Se veía hacia dónde íbamos y mira por dónde, ya hemos llegado, y tanto es así que una imagen de las muchas que nos está regalando la edición de este año del Dakar, sintetiza lo que querríamos en la Fórmula 1 y no tenemos porque en la última década y media hemos ganado en estabilidad económica y reducción de gasto, y de ilusiones, ¡no te jode!
He escrito lo suficiente sobre este atardecer brumoso como para ponerme a echar la vista atrás. Se veía hacia dónde íbamos y mira por dónde, ya hemos llegado, y tanto es así que una imagen de las muchas que nos está regalando la edición de este año del Dakar, sintetiza lo que querríamos en la Fórmula 1 y no tenemos porque en la última década y media hemos ganado en estabilidad económica y reducción de gasto, y de ilusiones, ¡no te jode!
Loeb y Elena en mitad de la nada, atrapados por las circunstancias, derrotados en un raid que prima al ser humano por encima de la máquina. Incertidumbre a toneladas, caídos en batalla que se acercan peligrosamente al centenar sin haber abandonado Perú... El piloto y su navegador, solos frente al esfuerzo y las exigencias de una competición en la que al igual que sucede en la nuestra, también hay favoritos y parias, pero que a diferencia de nuestro espectáculo, no resulta previsible.
Las cosas se podían haber hecho de otra manera pero se ha preferido atajar para que terminemos inflando leyendas mientras nos hemos acostumbrado a ver cómo la savia nueva no llega porque no tiene suficiente dinero, y si lo hace será para servir de relleno hasta que le llegue la hora de ser abandonada en la cuneta, como le está pasando en estos momentos a Pascal Wehrlein...
Y nos pasan por todos los lados. Sorpassos rápidos o lentos, pero nos siguen pasando. Y Redbone que sigue cantando Ghost Of The St. Louis Blues...
Os leo.
3 comentarios:
La imagen de Loeb es descorazonadora, muestra la verdadera pasión por la competición de una manera que la plástica F1 probablemente no es capaz de imaginar, especialmente los personajes más "posturas" que vienen y van en las redes sociales.
Lo que jode, con perdón, la normativa de los motores limitados...
Me crucé con el Dakar estando de vacaciones en el NOA, allá por el 2009 en su primera edición americana. Nos sentamos a la vera de la ruta con mi esposa y mi hija de 13 años en la entrada a un pueblo, Aimogasta, a tomar mate con bizcochitos palpitando el paso de los vehículos.
Después, arriba del auto, los cruzamos en un tramo neutralizado, y compartimos un rato la ruta con esos gladiadores con forma de motos, cuatriciclos, camiones y "bichos raros" (al decir de una niña). En los tramos sinuosos, veíamos las huellas que dejaban los camiones al cortar las curvas...
Y sí, parece que nos pasan como alambre caído.
Saludos desde el Coño Sur
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