sábado, 23 de diciembre de 2017

Los milagros de la abuela [23-03-2017]


Antes de que comenzara la temporada, el ambiente estaba tan caldeado con McLaren-Honda que daban ganas de pedir a Woking que nos ahorrara el mal trago de verla sufrir a lo largo y ancho del calendario, como se presuponía. Desde mi rincón en MomentoGP solicitaba calma el jueves anterior al Gran Premio de Australia. En Fórmula 1 no hay milagros ni magia, pero si existe empeño en superar las crisis siempre hay lugar para la esperanza. Nadie imaginaba entonces que el MCL32 Honda acabaría consiguiendo el 95% de su saldo de puntos a partir del verano...


La mayoría de expertos, augures y gente de pulcro creer que pululan por internet y páginas de los diarios deportivos, o minutos de televisión, radio o podcast, jamás osarían mojarse los pies, ni tanto así, apostando por un proyecto con tan mala pinta como el de Woking. Si en Montmeló las cosas hubiesen sido de otra manera, tal vez, pero se ve que hoy no toca… De forma que puesto que no se han cumplido los peores augurios que se han esgrimido de hace unos días para atrás, se ha comenzado a hablar con la misma naturalidad de actividad milagrera al respecto del maridaje McLaren-Honda, olvidando lo científico que resultaba todo esto hasta hace una semana, no más.

Así las cosas, el prospecto recomienda negar que existan los milagros en Fórmula 1.

No, no puede ser que un vehículo desconocido se ponga a correr y gane la primera carrera en la que participa como coche y como escudería, como sucedió con el Wolf WR1 de la Walter Wolf Racing en el Gran Premio de Argentina de 1977, con Jody Scheckter al volante, por cierto. Tampoco puede ser que un monoplaza de media parrilla consiga que su ocupante logre el Mundial de Pilotos, como ocurrió con el FW08 que condujo Keke Rosberg en 1982, cuando quedando Williams cuarta en la tabla de constructores consagró al finladés como uno de los más grandes…

No voy a recordar el repaso que dio Brawn GP a toda la parrilla en 2009, que queda bien cerquita, ni por supuesto, a justificar que existan milagros en nuestro deporte. No, no hay milagros, no soy tan inconsciente como para creer en ellos, pero sí creo que existen ventanas de oportunidades y mucho miedo a aceptarlas, como comentaba el otro día aquí mismo [La Smith & Wesson de Sonny Crockett], lo que nos pone en que 2017 viene que ni pintado para que podamos asistir a más de una sorpresa.

Primero de todo porque de los cuatro fabricantes de unidades de potencia, dos han apostado por lo conocido, Mercedes-Benz y Ferrari, lo que les garantiza fiabilidad y rendimiento asegurado al menos hasta el verano, y otros dos han decidido innovar, Renault y Honda, lo que ha plagado sus primeros pasos de numerosos inconvenientes y quebraderos de cabeza, pero, a cambio, promete mucho. Y segundo, porque el escenario aerodinámico ha cambiado tanto que se puede decir sin temor a errar, que un déficit pequeño de caballos en el propulsor no es tan importante como antes.

Entonces, ¿se puede confiar en McLaren-Honda…?

Yo no diría que nos podemos tirar en sus brazos, pero aplicando el mismo criterio que ha utilizado Christian Horner (Red Bull) para valorar los pobres resultados de Milton Keynes en Barcelona [Los tests son irrelevantes], la otra cenicienta de la parrilla, Renault, ha quedado un poco más abrigadita que la japonesa en el caso de Woking, aunque el contexto ha sido bastante similar: numerosos problemas que han impedido cumplir con los respectivos programas de trabajo.

Y aquí viene lo bueno, porque como insinúa el jefe deportivo de la austriaca en sus declaraciones, el campeonato no se gana ni en la pretemporada ni en la primera carrera.

Hay veinte pruebas por delante, un auténtico mundo, y puesto que ya tenemos claro que no existen los milagros en Fórmula 1 aunque sí hay espacio para las sorpresas, lo mejor es aceptar que queda mucho trabajo por delante y que conviene no hacer demasiado caso a los que dicen hoy una cosa y mañana la contraria. Por salud mental, y porque no sería justo que si McLaren-Honda terminase dando con la tecla, nos pusiésemos a hablar de magia.

Os leo.

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