El azar

Smedley estaba a punto de pronunciar el famoso «Fernando is faster than you», y tú y yo, ajenos a lo que ahí fuera, compartíamos mesa en una de esas celebraciones que solo disfruta mi suegra, la abuela de Isabel, tu esposa, mi pequeña Bel...

Conocí a tu mujer cuando tan sólo contaba dos años de vida. Era preciosa. Sé que le sabes y que no hace falta que tu tío postizo te lo diga. Pero había que verla y esa etapa de su vida te la perdiste.

Yo la viví. A cambio, ambos me habéis regalado a Leo y Julia, y tú, en concreto, ése feliz momento en que hablando de Fórmula 1, tu mirada y la mía se cruzaron desde posiciones opuestas en la mesa que celebraba los santiagos...

He enterrado a todos mis muertos aquí, Edu, en Nürbu. Mi padre, Alfonso, Iñaki, Roberto, Patxo, Emilio, Lourdes, Pepa, Celes, mi hermano Julián, la madre de tu suegro, su padre... y no iba a olvidar a estas alturas esa espina que te está llevando en estos momentos a preguntarte por qué dejaste pasar tantas oportunidades de decir te quiero, por qué se ha ido tan pronto, por qué estás roto por dentro sin saber exáctamente por qué...

La vida es tan perra y perversa que baja el telón o cambia de plano cuando menos lo esperas. No leerás estas líneas jamás, pero no estás solo.

Desde la ventaja que me otorga saber que estamos en tiempo de descuento, que, a mi edad, todo es todo territorio por explorar porque apenas hay tiempo para cierto tipo de aventuras y por eso mismo hay que buscarlas y exprimirlas, te pido que te subas conmigo al Eagle de la foto de entradilla para firmar juntos un vuelta rápida en honor de tu hermano pequeño.

Parece injusto, pero a los que quedamos en pie nos queda la oportunidad de recordar a nuestros caídos...

Por Carlos. Por ti y por mí, y por el azar que hizo que acabáramos juntos...

Os leo.