¿Por qué Kimi?

En la trastienda del mercado medieval que supone la Fórmula 1 se celebra otro donde campan el trapicheo y las navajas. Disculpadme, no llamo feria de vanidades a todo esto porque la ampulosidad nos viene demasiado grande y conviene que de vez en cuando, recordemos también nosotros que el suelo que pisan nuestros pies no es de mármol sino de barro, y que el aire que nos rodea no huele tanto a esencias celestiales como a humo, orines, sangre, pluma de corral y sudor de humanos y bestias.

Lejos de la imagen idílica de un Mónaco revestido de oro, perlas y joyas, tras los acontecimientos de las últimas horas, el escenario que nos propone el Principado tiene demasiado que ver con la escena inicial de I Racconti di Canterbury de Pasolini como para pasarla por alto. Quizás sea porque el productor de esa gran película se llamaba Alberto Grimaldi, como el Príncipe de Mónaco, o porque siendo sábado de Gran Premio se sigue hablando poco de automovilismo y mucho de otras cosas, el caso es que el glamuroso Mónaco parece un hediondo caos donde en vez de disputarse carreras, se celebran peleas por ver quién la tiene más grande con Maranello en la diana.

Sea como fuere la moneda de cambio más sobada se llama Kimi Raikkonen, un piloto que está comprometido con su equipo pero no da titulares, pero que todavía se está adaptando al F14-T.

Llegados a este punto me gustaría lanzar la pregunta de si es tan grave que un conductor acostumbrado a la estabilidad y dinámica de unos coches como el E21 y E22 de Lotus, pueda encontrar problemas con una plataforma radicalmente distinta, como es el caso de la máquina rossa, y estirando el asunto, también me gustaría preguntar qué diferencia a Iceman de los demás pilotos que no se han ajustado a sus respectivos monoplazas en una temporada que es radicalmente nueva para todos los integrantes de la parrilla.

Sin ir más lejos, el propio Sebastian decía sentirse incómodo sobre el RB10 inicial y Jenson ha admitido recientemente que el MP4/29 se le está atragantando un poco. Son ejemplos como otros cualquiera, pero me merecen la atención porque describen un escenario que ni es homogéneo ni tiene por qué serlo, que sin embargo está sirviendo de caldo de cultivo para alentar bulos y sembrar dudas por un sector de la prensa especializada y aledaños, que en ausencia de información interesante tiene demasiada prisa por sentar las bases de su discurso anual con las correspondientes víctimas y los consiguientes verdugos reconocibles por todos, algo en todo caso necesario para acumular lectores y asegurar clicks en las noticias o la venta de diarios en los quioscos.

Resulta obvio que en este sentido Ferrari es una golosina que atrae lo mismo a seguidores de otros equipos que a innumerables impresentables que se autodefinen como aficionados pata negra. Criticar a La Scuderia es éxito seguro en las redes sociales y en los corrillos de cafetería, pero hay más mundo en la Fórmula 1 que el que concierne a la de Il Cavallino, y sería aconsejable que los idiotas miraran de vez en cuando para otro lado ya que al lo mejor descubrían que es posible medrar tirando pedradas a Marussia o a sus pilotos, o a Caterham y los suyos, por ejemplo.

Os juro que cada día que pasa entiendo menos cómo es posible que todo el mundo parezca renegar de Ferrari y a la vez, Ferrari sea el punto fijo sobre el que giran todos los comentarios...

¿Kimi todavía no ha hecho morder el polvo a Fernando? ¿Y qué? ¿Y si no lo consigue en toda la temporada. Va a dejar de ser Kimi por eso. Habrá olvidado conducir, habrá perdido todo aquello que se le suponía que traía a Maranello bajo el brazo...?

Sé la respuesta pero os lanzo de nuevo la pregunta: ¿por qué Kimi?