La sombra de la sospecha

La ineptitud y la estulticia no son excusas cuando se prevarica no sólo dictando a sabiendas una resolución injusta, que también, sino llevando al banquillo de los sopechosos al inocente para que el culpable salga indemne previa escenificación de una tropelía barnizada de justicia salomónica.

La secuencia de más abajo es clara: Vettel sale primero y alcanza antes la calle del pit-lane, y el resto lo protagoniza un Hamilton que no cumple el reglamento por exceso de testosterona o de pelotas, poniendo en peligro a los mecánicos y sus aperos en su aventura.

Sebastian se protege cerrando la calle porque sabe de qué va la historia, y que si cede un centímetro, Lewis le ganará la posición ilegalmente con a lo sumo una reprimenda verbal, un «que no se repita»; y es que en el suceso del domingo pasado el mayor delincuente ni siquiera era protagonista, como tantas y tantas veces, ya que estaba en la garita de dirección de carrera supervisando el buen desarrollo de la cosa, sin mancharse las manos, como de costumbre, pero alentando comportamientos que algún día pueden tener un fatal desenlace porque no se han atajado a tiempo.

Hamilton tiene este tipo de excesos que van con su personalidad tremendamente impulsiva, sería tonto negar que el chaval se las trae con abalorios en aquello de demostrar músculo o poca cabeza sobre la pista, pero ante la falta de correctivos sus idas de olla llevan camino de encumbrarlo por encima del historial barriobajero de Michael Schumacher, bastante extenso, sea dicho de paso; y vuelvo a lo mío, ya que esto es así y apunta mal porque hay uno o varios instigadores que le ríen las gracias y le protegen ante aquello de sufrir las consecuencias de sus propios actos, como sería lógico y preceptivo por el bien de todos y la salud del deporte.

En Malasia el británico se ponía el mundo por montera zigzagueando delante de Petrov en la recta de tribunas, y lo hizo, no nos engañemos, porque en 2007, una parecida jugada que casi lleva a Fernando contra el muro en Indianápolis, le salió absolutamente gratis.

Así las cosas, cabe preguntarse qué hazaña considerará posible a partir de ahora el hijo de Anthony Hamilton, después de quedar segundo en una prueba en la que puso en riesgo a un compañero y a los cuerpos de elite de ocho o nueve escuderías con sus centralitas, mangueras, herramientas, y tanques de combustible, sufriendo una sencilla amonestación por su iniciativa; o qué habría ocurrido si a su rival alemán no le hubiese temblado la mano en cerrarlo todavía más, que muy bien podría haberlo hecho si fuera tan estúpido como el líder de McLaren.

Os ahorro la pregunta de qué habría pasado si hubiese sido Lewis quien primero hubiera salido, alcanzando antes que Vettel la calle del pit-lane, porque lamentablente ya sabemos la respuesta.