viernes, 17 de julio de 2020

¡A tu salud, Lole! [07-07-2020]


Hay pilotos que dejan huella y Reutemann es uno de ellos, al menos para los de mi generación, porque para otras, el Lole es simplemente el argentino que desobedeció a Frank Williams y se ganó lo que había buscado... Ésta, que escribía hace nada para MomentoGP, es una versión de lo ocurrido antes de su partida definitiva. Hay más, obviamente, pero es que aquella gente daba para mucho, para tanto que la mayoría ha quedado grabada en nuestra memoria de manera indeleble.


El hoy senador por la provincia de Santa Fé, Carlos Alberto Reutemann, fue en su día uno de los pilotos más bellos de contemplar. Sobrio en sus relaciones personales y profesionales pero fino y limpio en lo deportivo, sobre la pista resultaba extremadamente inteligente y rápido tanto en piso seco como mojado, razón por la cual tuvo infinidad de seguidores mientras estuvo en activo, incluso entre la siempre especial afición británica, que torció el gesto cuando el santafesino firmó con Ferrari para sustituir a Niki Lauda en 1976 pero lo recibió con los brazos abiertos, aunque en silencio, tras su fichaje por Colin Chapman para cubrir el hueco dejado por Ronnie Peterson al fallecer debido a las heridas sufridas en su accidente durante el Gran Premio de Italia de 1978.

A los ingleses siempre les ha gustado contar con pilotos veloces en los autos de sus marcas y Reutemann era hombre que mantenía buen feeling con el funcionamiento de los equipos del Reino Unido, los todavía garajistas de entonces. Se puede decir que con la llegada del Carlos Alberto a Lotus se cerraba el círculo: el conductor que, tirando de su patrimonio personal y con el fin de liberarse de sus obligaciones, había devuelto hasta el último dólar de su contrato a Bernie Ecclestone, volvía al redil anglosajón tras haber escarmentado en las filas de Maranello. Reutemann era igual o más rápido que cuando dejó Brabham, pero su etapa bajo el paraguas de Enzo Ferrari seguramente lo había vuelto más dócil, o eso pensaba la afición británica, tan dada a valorar la velocidad de un conductor como a darle la espalda cuando éste se mostraba rebelde.

El caso es que el Lole —así apodaron a nuestro protagonista cuando niño—, tenía principios grabados en pedernal y una fe en sí mismo que para sí habrían querido otros pilotos con mayor fama. Desencantado de Lotus firmaba por Williams para ayudar a Alan Jones a conseguir el título en 1980. Cumplió fielmente su cometido, pero en el inicio de la temporada siguiente se torcían las cosas. Creyó ingenuamente que un argentino podía triunfar en territorio británico y se encontró con el mismo muro que en Ferrari: existían condicionantes más importantes para un piloto austral que ser rematadamente bueno sobre el asfalto. Desde la temporada anterior se sentía solo en Williams, cedió a las órdenes de Frank en Long Beach 1981, pero en Jacarepagua se rebelaba y cavó allí mismo su tumba.

En 1982 mantenía contrato y aunque la Junta Argentina avisaba en enero de que consideraba la vía militar para resolver el punto muerto en que se encontraban las negociaciones con Gran Bretaña al respecto de la titularidad de las Islas Malvinas, Reutemann quedaba segundo en Sudáfrica, la prueba inicial de aquella sesión, pero en Brasil la caja de cambios de su FW07C le avisó de que ya era persona non grata en el garaje de la de Didcot. Oficialmente a aquella caja de cambios no le sucedía nada; extraoficialmente, los retenes entre las segunda, tercera y cuarta marcha, estaban tan maltrechos que obligaron al gaucho a conducir durante la prueba con una mano sobre la bola del cambio y la otra asida al volante…

Para la última semana de marzo de 1982 Argentina ya había iniciado la Operación Rosario, antes, el Lole había comunicado a Frank Williams que no consideraba adecuado que un piloto argentino condujera para una escudería británica. El día 4 de abril la Fórmula 1 visitaba Long Beach, el 2 de ese mismo mes, las tropas argentinas habían desembarcado en Las Malvinas.

Os leo.

2 comentarios:

Lastra dijo...

Ah, pero con todo y eso, muchos de nuestros hermanos hispanos - que no latinos - no parecen darse cuenta de como el mundillo anglo-germánico mira tanto a españoles como hispanos por encima del hombro, no quedándoles más bemoles que aceptar lo inevitable cuando el talento se abre paso de forma incontenible.

La última golfada supremacista la estamos viviendo ahora, precisamente, con el affaire Checo/Racing Point/Vettel; pero nada, muchos de ellos prefieren maldecir a Alonso y a Lobato como si les fuera la vida en el empeño. Es lo que hay.

Salud, Maestro.

Cao Wen Toh dijo...

Lobato es insufrible. No es sólo su hooliganismo de hincha futbolístico. ¿No os llama la atención que este año, cada vez que suelta una coñita, sorbe? ¡Quien juegue a chupito por "sorbida de Lobato", acaba en urgencias con coma etílico!