Shut up like whore

En foros, redes sociales y mentideros de internet, se ha instalado la idea de que Mercedes AMG ha metido un gol por toda la escuadra a la FIA (y por ende a Ferrari) a cuenta de la mezcla de aceite y de ahí no se apea nadie...

Queda bonito lo de gol por la escuadra, lo reconozco, y podría incluso comprarlo si el portero hubiese hecho amago de intentar parar el trallazo. 

Pero es que no, el portero, como de costumbre, estaba compinchado con el delantero en este tema como en muchos otros, por mucho que dé sarpullido decirlo. A pesar de los eufemismos, lo que sucede lisa y llanamente es que Brackley ha hecho trampas con la bendición de la FIA, quién sabe si cobrándose lo pactado por su silencio con la cagada federativa en Bakú, o por el bien del espectáculo y el buen dormir de los numerosos mamporreros que jalean este tipo de cosas. En realidad da lo mismo.

Acepto que resulta muy valentorro llamar tramposa a Ferrari por aquello de quedar bien ante el personal haciendo ver que se valoran el deporte y el juego limpio, lo aderezamos con un poco de historia barata y ya está. Lo jodido viene cuando toca llamar tramposa a Red Bull o a Mercedes y se guardan cuidadosamente las flechas, porque lo cierto es que cuando la FIA quiere parar algo normalmente puede hacerlo y lo lleva adelante con contundencia, de forma que por la misma regla de tres, cuando dice que no puede es que ni se ha tomado la molestia de intentarlo o sencillamente le interesa mirar para otro lado.

A comienzos de 2013, Caterham y Williams presentaron en pretemporada una idea muy creativa «y legal» en las salidas de escapes en acequia de sus respectivos coches, que fue rechazada inmediatamente por Charlie Whiting con la advertencia de que si las usaban en Australia serían inmediatamente declaradas ilegales, vamos, que los coches no participaban en Melbourne como se cruzase esa raya. Dos años atrás, en 2011, Ferrari mostraba una solución ingeniosa «y legal» en el alerón trasero del F150th durante los entrenamientos del Gran Premio de España, que fue ilegalizada el martes siguiente a la prueba, y que no pudo ser usada porque Whiting amenazó a la de Maranello con quitarle lo que consiguiera en esa carerra si lo hacía...

Podría irme más atrás relatando sucesos y acaecidos técnicos que demuestran que cuando a la FIA se le mete entre ceja y ceja erradicar un problema, dispone de mecanismos como para hacerlo con relativa sencillez y celeridad.

La verdad es que aburre andar recordando estas cosas o cómo se pervierte el espíritu del reglamento desde arriba por determinados intereses ajenos al deporte [Doble difusor de Mosley, una lección para McLaren y Ferrari]. La flexibilidad del alerón delantero de los RB5 a RB9 era en esencia un mass-damper ilegal que legalizó la FIA mirando a Babia mientras los equipos que no eran Red Bull lo incorporaban normalmente mal y tarde. El Pirelligate también era ilegal pero a Mercedes AMG no le sucedió nada... 

En fin, un no parar que curiosamente no produce escozor en la prensa porque pasan inmediatamente a ser magistrales goles por la escuadra debido a lo llena de agujeros que anda la normativa y tal, y porque con ciertos protagonistas pasa que este tipo de chanchullos alcanzan el grado de virtud mientras que con otros supone trampa impropia de un deporte de caballeros. ¡Nos ha jodido mayo con las flores!

Pero a lo que vamos, que me pongo a escribir y me distraigo.

Decir que la Fórmula 1 es un mundo que rebosa tahúres no debería herir a nadie. Tampoco llamar tramposa a Mercedes AMG, y mucho menos afirmar que el portero estaba en el ajo en el gol de marras.

A tontas y a bobas, llevamos desde 2014 sospechando que algo demasiado milagroso sucedía con los motores de Brackley y tres años después, que se dice pronto, la FIA advierte que nadie se pase de listo a comienzos de año, y cuando regula definitivamente a punto de terminar la cuarta temporada de dudas con la intención de que concluya la saga de los listillos, viene otra vez la de las tres puntas y se pasa el espíritu de la norma por el arco del triunfo para alegría y alborozo de los que no saben llamar las cosas por su nombre salvo cuando no existe ningún riesgo.

Y así vamos y así lo cuento. Os leo.