martes, 8 de diciembre de 2015

Sísifo en Azerbaiyán


No vi el debate de anoche. He preferido enterarme de quién fue el ganador a través de la prensa, internet y televisión, donde abundan los traductores que trasladan al vulgo lo que se dijo, lo que se quiso decir, lo que se quedó definitivamente en la chistera y lo que se dejó para mejor ocasión. Material, sin duda, que me facilitará la labor de ir a tiro hecho a la mesa electoral, el próximo día 20:

—Por favor. ¿Me indica dónde están las papeletas del vencedor...?

Salvo con ocasión de aquella mamarrachada que encargaron capitanear a Giscar D'Estaing, y una vez elaborada nos la vendieron como La Constitución Europea, he votado siempre, incluso en blanco. Llamadme romántico, pero aquí arriba, en mi terruño, existió no hace tanto una zona oscura y amarga, en la que votar acarreaba cierto riesgo pues los tovarich estaban ojo avizor por si se incumplían las consignas de hacer tururú a las urnas. Total, que le he tomado cariño a ejercer un derecho minúsculo que bien administrado, puede suponer el derrumbe de alguna que otra sólida estructura.

Votaré, y con dos cogieron. Los dinosaurios siguen machacando la Tierra y no hay banderas suficientes como para llorar la pérdida de tantos seres humanos inocentes. Es martes, día de la Inmaculada Concepción aquí en España, y se nos acaba el puente mientras soñamos con salir del hoyo gracias al sueco Justino y a nuestra castiza Lotería Nacional. ¡Más se perdió en Cuba. No?

Y el caso es que no tenía pensado escribir esta tarde, pero leyendo a José Miguel Vinuesa [Renault y el turbo: una historia de 1976 que busca su ajuste de cuentas], me ha venido a la cabeza que además de Antonio Lobato y su gente y Albert Fabrega y la suya, cerramos etapa junto a eso de la pérdida de las emisiones en abierto, para abrirnos de par en par a un nuevo concepto de Fórmula 1 que según los creyentes y el bueno de Enrique Scalabroni, va a ser la repanocha.

No me lo creo, la verdad. Me pasa como con la política: uno está tan escaldado que prefiere hacer de Santo Tomás y esperar a ver para creer. Pero qué carajo, también me pasa como en la política, que si hay que ir se va, aunque ir pa'ná sea una tontería. Ya que si no se va, a lo peor te lo pierdes.

Cerramos etapa, eso es indiscutible. Los fabricantes, que tocaron las narices de Bernie en los primeros años de la década pasada, se han vuelto a hacer imprescindibles ahora que los parias mueren de inanición, aunque sigan sirviendo para rellenar de auténtico espectáculo las realizaciones de los Grandes Premios.

Pero pasan hambre, que es a lo que vamos. Mucha, por aquello de concretar.

Manor no atraviesa por un buen momento económico tras la salida de Lowdon y Booth. Sauber ahí anda, sobreviviendo. Force India podría convertirse en Aston Martin si ésta se hace cargo de las numerosas deudas que acumula la india. Y Lotus ha desaparecido entre adelantos del FOM y genuflexiones a Bernie Ecclestone, para convertirse de la noche a la mañana en Renault.

Ojo al dato, que van cuatro escuderías de las diez que han corrido este año; un 40% si no me fallan las cuentas. También es verdad que amanece Haas, y que como corresponde a cualquier recién llegada, dicen de ella los expertos que la espera por delante un horizonte pintado de rosa y tal...

Pero a lo que vamos. La Fórmula 1 está muy jodida y toca apuntar a apuestas vencedoras como haré yo en la jornada de votación. Renault lo parece, pero necesita tres años, espacio de tiempo que como sabemos, es mucho soñar para lo nuestro. ¿Acertará. No lo hará? Lo que es seguro es que a Bernie ya no le sobran promesas con que contentar a sus numerosos acreedores. 

Todo esto va a petar por algun lado, y os juro que ni loco me lo perdería. Sísifo tenía lo suyo, pero en Fórmula 1 no habría durado dos echados, que dicen.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pensaba que era el único raro que vota en todas las elecciones por convicción y que pasó de votar eso que llamaron Constitución Europea. También es verdad que era el presidente de la mesa electoral...

Un saludo
Sr.Polyphenol