jueves, 24 de diciembre de 2015

Dos noticias malas y una canción desesperada


Estamos cerquita de la Nochebuena pero sé que quedan por ahí rezagados o renuentes a aceptarlo. Los cuñados y cuñadas acechan hoy por las esquinas, y esto es algo que los solitarios no valoran en su justa medida. Es uno de sus días, el otro como sabéis, caerá dentro de siete jornadas exactas, pero lo que está claro es que si te ven disfrutando de la tarde, lo más seguro será que piensen que estás holgazaneando y te pongan a estirar el mantel, a repartir sobre la mesa la cubertería de la tatarabuela —ésa que sólo se saca en fechas señaladas—, a tararear algún villancico, o a lo peor, incluso se animen a entablar contigo una de esas conversaciones en las que siempre sales perdiendo.

Pero esto es Nürbu, que diría Concha, y aquí estamos para echar el rato, para escaquearnos o lo que haga falta, así que con Joaquín Sabina en los cascos, arranco motores y carreteo por la pista aunque sea tarde y me alumbre la soledad fría de los focos. Dios dirá dónde llego, o si soy capaz de llegar sin pisar verde o acabar en una escapatoria de las de antes, de las que penalizaban los errores al volante.

Y es que tengo dos malas noticias que daros. La primera es que en las pasadas elecciones ha vuelto a ganar Angelita Merkel, así que ya os podéis poner las botas con lo que sea. Hartaros de felicidad, gambas, polvorones o cava, porque el próximo 8 de enero aterrizamos para seguir compartiendo frase con la prima de riesgo, el nerviosismo de los mercados o vaya usted a saber qué nuevo coco.

La segunda es más prosaica. Pensamos que el tamaño de los monoplazas en Fórmula 1 lo marcan las necesidades de diseño, pero lo define la publicidad. 

Hartos estamos de preguntarnos cómo es posible que perdiendo una parte del alerón delantero o trasero, o con un pontón dañado, un coche de los nuestros sea capaz de ir más rápido que en orden de revista, y la respuesta es sumamente sencilla: en los modernos vehículos de competición hay zonas que son exageradamente grandes porque los anunciantes lo necesitan, ya que cada centímetro cuadrado de carrocería vale lo suyo y la exclusividad, otro tanto.

Hace no mucho, era posible ver vitolas y marcas compartiendo espacio, pero eso se acabó. Así que dejaros de lagrimear porque la FIA, el FOM y los equipos, perseveran en hacer los monoplazas cada vez más largos y con superficies que apenas sirven para nada.

Sí, ya sé que nos prometieron el retorno del efecto suelo con esto de la nueva normativa que estrenamos el año pasado. Que imaginamos que volveríamos a ver coches como los de los ochenta y noventa del siglo pasado, pero a la postre, nos hemos encontrado con más de lo mismo. Quitároslo de la cabeza. Es imposible deshacer el camino andado. La gente que paga también exige y ahí que no. 

De la misma manera que en los diarios, por poner un ejemplo, el anunciante puede decidir el cariz, tono y color de la noticia que sale a su lado, porque si no, no vuelve a picar el anzuelo, en nuestro deporte, el sponsor es un auténtico señor que merece todos los respetos. ¿Voy en el pontón? ¿Se verá bien, no? ¿Voy en los laterales de los alerones? ¿Pero iré bien posicionado. Que si no, los de marketing me crujen...?

Centímetro a centímetro, la publicidad impone sus reglas y éstas pasan al departamento de diseño, que la tela es la tela.

También tengo una canción desesperada: no resultaría muy complicado devolver la Fórmula al lugar que no debió abandonar jamás. Coches más cortos y a la vez, más anchos. Y a tomar por el saco el paso por curva y los frenos de carbono. Los aficionados quieren ver al piloto en su salsa, no sobre raíles, y esto, la verdad, no cuenta en recta. Los giros son el pilar del espectáculo. Quien los tiene bien puestos pasa con el pedal a tabla o adelanta por coraje y agallas. Quien tiene avellanas en vez de huevillos, frena antes que los demás.

Propongo volver a primeros de los noventa del siglo pasado. Había suficiente efecto suelo como para que la cosa resultara interesante, y abundante superficie como para gestionar adecuadamente el asunto de la seguridad y también, para venderla a buen precio a un patrocinador que entienda que la Fórmula 1 siempre ha sido un territorio de gladiadores, en vez de un lugar donde se prima al que mejor sabe pisar los huevos sin romperlos (Schumacher dixit).

Volveré luego, así que ahorraros las felicitaciones y deleitaros enfocando bien a ese Sauber C12 que decora la entrada, mientras los cuñados y cuñadas os buscan por la casa con aviesas intenciones.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo siento José, no te hago caso. Salgo a pista calzando secos y amenaza lluvia. Lluvia o cuñaos, no sé. Pero salgo tosiendo por el pit para agradecerte todo tu esfuerzo. Nos acordamos de los que nos faltan y de los que están, y de los cuñaos, no sé.

Un abrazo a todos,

ABB