Sin querer o queriendo, las cosas de la FIA me recuerdan en cierto modo a mi propia adolescencia, un lugar repleto de circunstancias extrañas que sé que estuvieron ahí, labrando mi forma de ser, pero ante cuya presencia me resulta difícil comprender cómo demonios están ahí si yo estoy aquí.
Perales, José Luis, el de toda la vida, estuvo ahí, donde digo, y sospecho que ocupando una parte importante de mi existencia, porque es escuchar una de sus canciones y que la cabeza se me vaya solita a aquella época pretérita en la que yo atravesaba océanos y conquistaba tierras lejanas con 15 o 16 años mientras luchaba a brazo partido con las matemáticas y la física. No me preguntéis por qué. No puedo responder a eso, pero es oír una de sus canciones y sentir de nuevo la ilusión de haber estrenado unos pantalones largos que no hubieran pertenecido antes a mi hermano...
Decía que la FIA y sus cosillas, ejercen sobre mí el mismo poder magnético que Perales. Analizo una de sus abundantes verónicas reglamentarias, por ejemplo, y ya tengo puesta la banda sonora adecuada a tan épico momento. Total, que miro y leo el material relativo a lo que se preveía el año pasado por estas fechas como la madre de todas las batallas en cuanto a lucha contra el pérfido poder de la aerodinámica, y tengo instalado en la cabeza aquello de ¿Y Cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti? ¿De dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre?
Lo de ¿a qué dedica el tiempo libre? tenía su puntazo, no os vayáis a creer. Hoy es el día en que todavía me interrogo a qué demontre se refería José Luis con tamaña pregunta, o incluso qué trataba de insinuarnos a quienes lo escuchábamos. Tal vez por eso, por la furtiva trascendencia de la frase de marras, la he elegido para encaminar esta entrada, porque en cierto modo —o en mucho, quién sabe—, la institución que perfila los designios de nuestro deporte suele instalarse en el ¿a qué dedica el tiempo libre?, para disparar con balas de fogueo mientras sus coristas gritan aquello de ¡pim, pam, pum! para que nos creamos el entreacto.
En fin, a lo que iba. El año pasado por estas fechas, los tubos de escape apuntaban a lo alto y sobresalían sus buenos centímetros por encima de la carrocería, como se puede observar que ocurre en el FW33 de Williams durante las pruebas para pilotos neonatos que tuvieron lugar en Abu Dhabi, creo. Nada que ver, como diría aquél, ni con el sistema de acequias ni con el amigo Coanda que se impuso desde el inicio de la temporada a cuyo entierro acabamos de asitir.
Ante este estado de cosas uno se pregunta cómo coño pudo entender Williams lo que entendía incluso el bueno de Craig Scarborough, para que unos meses después, lo entendido supusiera una tierra yerma que todo el mundo había pasado por encima, originando en el olvido (consentido, intuyo) que los escapes ni hayan apuntado a lo alto en 2012, ni tanto hacia los lados como se preveía, ni sobresalieran ni un centímetro de la carrocería, pero que sí señalaban, convenientemente protegidos del viento, hacia un punto que permitía que los gases siguieran derramándose para afectar al difusor.
¿Cabe mayor poema? Juraría que no. De aquí que el aludido ¿a qué dedica el tiempo libre? deba ser completado por las frases que terminan la estrofa compuesta por Perales: Pregúntale, ¿por qué ha robado un trozo de mi vida? Es un ladrón, que me ha robado todo.
¡Ay la FIA. Al final nos va a haber salido artista como Conchita Velasco, o como Perales!
1 comentario:
Haciendo a un lado la parte técnica, quisiera comentar que el señor José Luis Perales, a partes iguales con Joan Manuel Serrat y Nacha Guevara musicalizan mi infancia y adolescencia (Alcoholescencia, decimos en modo irónico por acá en México) y en mi iPod los atesora pues en mis trayectos al trabajo me hacen regresar a casa de mis padres por un momento, o imaginar a mi viejo al volante mientras Serrat le recuerda que "Juega las cartas que te da el momento, mañana es sólo un adverbio de tiempo"...
Saludos! =)
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