Casi sin darme cuenta Nürbu ha comenzado a pasar más tiempo con sus amigotes que en casa, a llegar tarde por las noches y a perder siempre el último metro —dice que nunca pierde nada—, aunque avisa, cosa que es de agradecer. Sé dónde guarda los preservativos e intuyo que bebe y fuma porque le huelo el aliento a pesar del tufillo a Orbit mentol fuerte, y conozco de sobra que me toma prestados algunos calzoncillos limpios, determinadas camisetas y las gafas de sol. No hemos llegado al punto de Carlos Giménez con su hijo, pero también se está volviendo un extraño que me pide algún eurillo suelto cuando nos cruzamos en el pasillo.
Diecisiete años ya desde aquel lejano 3 de agosto de 2007...
Os leo.
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