Sin duda no había cosas más urgentes por resolver ni quedaban baños por alicatar, que la FIA, celosa ella con sus quehaceres y cometidos, ha decidido sancionar a los equipos y pilotos que osen cuestionar en público la labor de los comisarios y gentes de la Federación...
Por lo leído, quedan exentos de la ira divina los expertos, periodistas, redactores de contenido, especialistas de sofá con varias décadas de Fórmula 1 a las espaldas y una señora que pasaba por allí, lo que es de agradecer, aunque leyendo a algún molesto con la medida dé la sensación de que es a ellos a quienes ha dedicado Ben Sulayem su saeta punitiva.
Censura dicen... Yo diría que es la cultura empresarial que tanto alaban funcionando a pleno rendimiento, la ropa sucia se lava en casa en su máxima expresión, el si no te gusta ya sabes dónde está la puerta de toda la vida, el patrón desmelenado frente al desgraciado al que no le queda ni el feliz recurso al pataleo, en definitiva: el ancestral matar moscas a cañonazos.
Visualizo un paddock repleto de pintadas: ¡Libertad de expresión!, ¡Herbert cagón!, ¡Mohammed rima con cinco!, ¡Romani ite domum!, ¡Bolud El-Kotur!, ¡E mosido engañado...! y frases incluso más procaces, pero la alegría se me pasa pronto porque en la parrilla hace edades que no habita la rebeldía ni se monta un pollo monumental al gilipollas de turno.
En todo caso durmamos tranquilos, la sangre no llegará al río porque en la Fórmula 1 nunca llega al río, porque es verano y la Institución tiene que demostrar que sigue trabajando, incluso intentando poner puertas al campo; porque no hay cosas más urgentes ni baños a medio alicatar ni sobran inútiles e impresentables a paladas, y porque después de perdonar a Vettel el ¡Whiting, que te den!, a ver cómo conciliamos la dignidad de la FIA y su generosa forma de impartir clemencia, con el actuar vengativo sobre un piloto o una escudería que sacan la lengua a pasear en mitad de un calentón.
Os leo.
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